La directora canadiense Louise Archambault  quería cambiar la percepción que, normalmente, tenemos de la tercera edad y sus inquietudes, al trasladar  la novela homónima de Jocelyne Saucier.

Tres ancianos deciden, por voluntad propia, retirarse de la sociedad. Se trata de dos hombres y una mujer que han elegido vivir en un bosque de Canadá. Hasta su escondite llega una joven fotógrafa que busca a un tal Boychuck, un artista que recuerda en sus pinturas un gran incendio, ocurrido décadas atrás, que marcó la vida de toda una generación supervivientes.

Historia de segundas oportunidades, incluso en el amor. Se beneficia de unas fantásticas interpretaciones del trio de veteranos actores, desconocidos para el gran público salvo Remy Girard (Incendies, La caída del imperio americano), el relato aborda asuntos concernientes a  ancianidad con bastante sensibilidad. Algunos los apunta bien pero, al menos en la traslación a la gran pantalla, otros quedan desdibujados, quizás por la multitud de historias que se narran en su desarrollo, y porque, aunque conmueven, no acabamos de creérnoslos, como el personaje femenino de Gertrude, una mujer de pasado muy dramático y complicado, víctima de una familia que nunca la quiso, a quien en la novela le otorgan una redención algo impostada.

Más auténtica resulta la fascinación y la tranquilidad que puede aportar a la existencia de esos ancianos el vivir en plena de naturaleza, en un entorno maravilloso, que contrasta con el pasado que lo marcó: ese gran incendio que arrasó todo e hizo, como anuncia el título, que llovieran hasta pájaros muertos.

Eso sí, la película se une a la idea progresista actual de vender como una solución “normalizada” la decisión de suicidarse.

Para: los que les guste contemplar películas que hablen de la tercera edad.