No es la primera vez que asistimos, en el cine, al relato de los últimos días de una persona, normalmente joven, que decide cumplir sus sueños en lo que le resta de vida. Recuerden Mi vida sin mí, de Isabel Coixet (2003). Lo novedoso, en este caso, es que Sakura, la chica enferma, una entusiasta del cuento de “El principito”, toma la decisión más generosa: “He decidido hacer feliz a la gente que me rodea en el tiempo que me queda”.

Narrada en primera persona, el chico que cuenta su historia es “Yo”, que describe cómo conoció de forma casual a Sakura y ésta le transformó en un ser humano mejor. Porque el muchacho era un tipo tímido y asocial mientras que ella, la chica con más carisma de la clase, tenía tanta vitalidad que afrontó con aplomo una enfermedad terminal.

De nuevo, la animación japonesa convence trasmitiendo todo tipo de emociones a través de un relato que incide en la importancia de las elecciones que se hacen en la vida, ahora mediante una bella historia que pasa de la amistad al amor.

El tétrico título de la película, como comprenderán, es una licencia poética, que viene a explicar que cualquier ser amado le comería hasta un órgano a su enamorada si ésta, así, se curase.

Para:  los que les gusten las historias emotivas, aunque sean de animación (anime en japonés)