La macro factoría Disney consiguió con la primera entrega de Frozen la friolera de 1.270 millones de dólares de recaudación, en todo el mundo, pero también un merchandising increíble. Por ello los guionistas han intentado repetir el éxito con un relato enrevesado como pocos.

Tres años después del final de la primera película, el reino de Arendelle vuelve a estar en peligro y su joven reina, Elsa, dotada del poder de crear la nieve y el hielo, decide, tras escuchar una misteriosa voz, bucear en el pasado y encontrar el origen de futuras calamidades. En esta gesta le ayudará su hermana Anna y su grupo de amigos.

En Frozen II, se intentan contestar algunas preguntas que quedaron en el aire en la primera parte (por si a alguien le interesaba) y sus respuestas a esas cuestiones se resume en mensajes omnipresentes en los últimos estrenos Disney:  alabar a los diferentes, en este caso a Elsa que tiene poderes (“Siempre he sido muy diferente. Las reglas normales no iban conmigo. ¿Ha llegado el día en que por fin descubriré por qué?”), de defensa de la naturaleza, con un claro mensaje panteísta (“¿Puedes enfrentarte a lo que sabe el río?”) e indigenista, donde el hombre blanco es el depredador de la Tierra frente a los indios, de corazón más puro. A más a más, el desarrollo de la historia se mete en unos vericuetos donde magia, espíritus y demás parafernalia son de difícil comprensión racional, luego deducimos que los menores, sobre todo las niñas encandiladas con sus princesas, desconectarán para quedarse con el amplio recital de canciones, porque el largometraje es prácticamente un musical, compuestas de nuevo por Kristen Anderson-López y Robert López. O para admirar los vestidos que lucen las dos hermanas.

De la parte animada no puede objetarse nada, resulta una auténtica maravilla en el tratamiento del hielo en imágenes, han tenido el acierto de alargar el papel del muñeco de nieve Olaf, que era el personaje más divertido de la primera película, y la historia de amor funciona, aunque lo importante sigue siendo esa relación fraternal. Una aclaración, a pesar de los rumores que hablaban de una relación homosexual de la hermana mayor, Elsa,  el único romance que hay es  entre un chico, Kristoff, y una chica, Anna.

Al menos por ahora.

Para: los que les gustó la primera y crean que merece la pena ver su continuación. Una advertencia: les tienen que gustar los musicales.