El director Roman Polanski vuelve a narrar una historia real en la que el protagonista es un judío como ocurría en El pianista (2002). Si en aquella recordaba las vivencias del músico Wladyslaw Szpilman durante la Segunda Guerra Mundial, en El oficial y el espía recupera la figura de otro héroe anónimo, el capitán Alfred Dreyfus.

Este brillante oficial fue condenado, a finales del siglo XIX, a cadena perpetua, acusado de traición a la patria por ser espía de Alemania, se convertía así en la víctima adecuada, en el chivo expiatorio derivado del antisemitismo del ejército francés de aquella época. Las escasas pruebas presentadas para culparle dieron lugar a que otro militar, el coronel Picquart, reabriera el caso, tras investigar, para buscar la verdad y hacer justicia.

La película, más completa que la dirigida por Ken Russell en el año 1991 y que en nuestro país titularon Prisioneros de honor, presta más interés a la personalidad de Picquart, un hombre que arriesgó su carrera para sacar de la cárcel a un inocente pero menos a las convicciones religiosas de éste, como hacía la película de Russell. Polanski también da más peso en su film, que en la anterior versión, a la amoralidad de los mandos del Ejército, más preocupados del prestigio del cuerpo que de exculpar al condenado. Ambos largometrajes coinciden en cuestiones fundamentales como: ¿Son incompatibles deber y honor? O: ¿el bien del Estado debe prevalecer por encima de la justicia?

El caso Dreyfusgeneró una auténtica batalla en la opinión pública, lo que algunos han definido como el triunfo del Estado de Derecho sobre la razón de Estado, a la vez que abordaba el importante papel que los intelectuales pueden desempeñar en la vida pública. Especial relevancia jugó el literato Émile Zola en la revisión de este proceso, donde fue sonadísimo un artículo en el que se implicó totalmente.

Por ello no es extraño que el director polaco se sintiera subyugado por llevar a la gran pantalla estos acontecimientos históricos sobre un falso culpable. Un proceso que se estudia en la carrera de Derecho, por las repercusiones que tuvo, y que en Francia es recordado especialmente.

Para: Los aficionados al cine histórico de calidad.