Inspirada en Hamlet, el clásico de Shakespeare, Simba, que admiraba y quería a su padre Mufasa, un magnífico y justo rey, decide exiliarse cuando se cree responsable de la muerte de su progenitor. Pero todo ha sido obra de un plan perverso llevado a cabo por Scar, el siniestro hermano de Mufasa y antiguo heredero al trono, que en su mandato se rodeará de las hienas, los animales más crueles. Simba sólo será capaz de recuperar su posición cuando se sienta maduro para afrontar su destino.

Nueva traslación en lo que denominan “acción real” (aunque aquí se traduce en un cambio de animación) de la película en 2D de hace 25 años. Muy fiel argumentalmente a ese film, sí también en su mensaje panteísta y vegano, los estudios Disney han recreado con una impresionante verosimilitud visual a los animales de la selva, y han trasladado con exactitud sus movimientos en pantalla. Su mejor baza en la de 1994, la banda sonora de Hans Zimmer y las canciones de Elton John parecen, incluso, mejor integradas a la trama y hay temas nuevos. El mayor hándicap que encontramos es cuál es su público ideal porque el cambio de la animación clásica a la digital se traduce en una película más oscura, más violenta, más dramática,  y con menos humor, lo que no la hace adecuada para  menores de 7 años, porque puede darles miedo. A pesar de ello tienen hueco en su desarrollo esos divertidos amigos de Simba: Timon y Pumba, y su peculiar filosofía de “Hakuna matata” (Vive y sé feliz). A este respecto se hace una reflexión sobre la responsabilidad que implican los actos de cada uno, aquí traducido en los retos que Simba debe asumir por ser hijo de rey, al mismo tiempo que es un canto a la amistad.

Eso sí, no falta el poso panteísta del original, con su habitual refeencia al ciclo eterno de la vida. Y el panteísmo siempre resulta muy triste.

Para: los interesados en contemplar los avances en la animación digital. Aquellos que les gustó la película de 1994.