En Hispanidad, lo hemos repetido muchas ves pero la mayoría no quiere enterarse: todo el asalto sociopodemita al Valle de los Caídos, liderado por la Mariscal Calvo y del que se jacta el almirante Sánchez, no tenía como objetivo el cadáver de Franco sino la cruz de Cristo. No se perseguía un cadáver de hace 45 años sino desacralizar la basílica y derruir la cruz, “esa horrible cruz”, como exhalara la precitada Carmen Calvo, cuya expresión alguien calificó como de ‘gato viejo’, definición a la que yo sólo tengo que añadir… y con muy mala leche.

De Calvo y Sánchez, como del gran Georges Clemenceau, puede decirse que no tienen idea alguna pero las defienden con vehemencia y tesón. Su secretario de Estado para la Memoria aproximadamente democrática, Fernando Martínez, fue el que concretó más: “la cruz del Valle de los Caídos es el símbolo del nacional catolicismo”. Y yo que pensaba que la cruz tenía 2000 años y el nacional-catolicismo nació en 1940.

Por cierto, el único político que se ha prestado a poner en claro la evidencia ha sido Santiago Abascal, en El Hormiguero