Tras el Sínodo de la familia llega el Sínodo de los jóvenes: ¡Ay madre! Ha comenzado el miércoles 3 de octubre, en el Vaticano. El ruido políticamente correcto asegura que los jóvenes le piden a la Iglesia que les hable de sexo. Deben pertenecer al sector ‘jóvenes rarotes’, porque, de ordinario, el joven solicita que le hablen de sexo en muchos ambientes, pero no en la Iglesia.

También ha sonado la idea de ‘aperturismo’ y las famosas mentes abiertas. Recuerden lo de Chesterton: tener la menta abierta es como tener la boca abierta: un signo de estupidez. La mente, como las mandíbulas, solo se abre para cerrarla de inmediato sobre algo consistente.

​En cualquier caso, tras el desastre del Sínodo de la Familia, muchos tiemblan ante la nueva aventura.

Un consejo: a los jóvenes les gustan que se lo pongan difícil, no facilón. Y si les va lo fácil, es que no tienen un corazón joven. Al joven le molan los retos exigentes, que son los que merecen la pena. Para ir con la masa, sobra tiempo, para la blandenguería, también.

Es la misma idea que expresara Benedicto XVI: el ser humano no fue creado para el confort, sino para la grandeza. Y todo esto no significa luchar contra los demás, sino contra la propia miseria.

En paralelo, el coro políticamente correcto asegura que los jóvenes desean que la Iglesia les hable de sexo. ¡Jo!

Por lo demás, recuerdan los sinodales que las congregaciones religiosas -masculinas y femeninas- que cuentan con vocaciones son aquellas que, en lugar de relajar la regla, la hacen exigente. Las de la vida muelle, para no asustar a los jóvenes, se están quedando vacías. Eso sí, en ellas se habla constantemente.