José María Aznar contó a sus próximos cómo durante una charla con Chirac, el presidente francés intentó forzarle a apoyar a Francia en la Unión Europea bajo amenaza, si no lo hacía, de retirar el apoyo galo en la lucha contra ETA. Aznar se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta, dando por terminada la entrevista. Sólo entonces el presidente francés acudió a retenerle y le dijo que no se había explicado bien.

La verdad es que se había explicado extraordinariamente bien. Chirac apoyaba a España en la lucha contra ETA cuando no le quedaba otra, cuando tenía la evidencia de que ETA asesinaba en España pero que también reclamaba las provincias vasco-francesas.

Es decir, apoyaba a España a regañadientes… y también chantajeó a España con ello.

No hay que hablar de los muertos pero tampoco hay que mentir sobre los muertos. Si no puedes alabar, cállate

Por eso, al oír a doña Almudena Ariza, corresponsal progresista de RTVE en París, cantar las excelencias de Chirac en su apoyo a Madrid durante los años de plomo del terrorismo vasco, uno no puede dejar de sorprenderse. Como tampoco puede dejar de hacerlo al ver a Televisión Española usar imágenes de Chirac junto a Juan Pablo II, una y otra vez. 

No hubo tal. Chirac, como antes Giscard, o el mismo Mitterrand, pertenecía a esa clase de franceses que despreciaban a España, ese vecino que nunca se ha dejado controlar por los galos.

No hay que hablar de los muertos pero tampoco hay que mentir sobre los muertos. Si no puedes alabar, cállate.

Y además, ahora resulta que, por ser de derecha gaullista, Chirac tenía que ser un pío católico. Ni de coña: Chirac era un regalista. En la única Iglesia en la que creía era en la Iglesia nacional francesa.