Al hablar de la deuda tenemos que diferenciar entre la financiación de proyectos concesionales (4.367 millones de euros) y la deuda asociada a obligaciones y otros valores negociables, que alcanza los 4.492 millones después de aumentar un 12% en el semestre, según el informe financiero remitido por la compañía a la CNMV.

Este es el verdadero problema que afronta Manuel Manrique, al que, tras vender Valoriza y Facilities, sólo le quedan los negocios de concesiones -su gran apuesta- y construcción, para el que no ha encontrado comprador. En cualquier caso, Manrique ya es prejubilable.

En cualquier caso, 4.492 millones es una deuda muy elevada para una empresa que ganó 64 millones de euros hasta junio (+52%) y aumentó el ebitda un 28%, hasta los 645 millones. La capitalización bursátil de Sacyr es de 2.132 millones.

Deuda Sacyr

El dato positivo es que el interés medio de la deuda es del 4,9%, un interés asequible que, en cualquier caso, ha subido desde el 4,1% de diciembre. Del total de la deuda financiera del grupo (9.685 millones de euros, de los que 4.367 están asociados a proyectos concesionales), el 24,7% (2.394 millones) es deuda a tipo variable, mientras que el resto, 7.291 millones, es deuda a tipo fijo o protegido mediante algún instrumento financiero, lo que otorga cierta estabilidad.

Ahora bien, sea como fuere, 4.492 millones sigue siendo una deuda excesiva que no puede mantenerse y que únicamente se puede reducir vendiendo activos, esto es, jibarizando la compañía. Aquí es donde entran en juego la venta de Valoriza a un fondo de Morgan Stanley por 734 millones, con una plusvalía de 270 millones -junio de 2023-, y la más reciente de Facilities (servicios) a Serveo por 87 millones, con plusvalías de 40 millones aproximadamente.

El problema de vender activos es que no se puede repetir la operación y supone, además, reducir el perímetro de la compañía. Este es el escenario que vive actualmente Sacyr y que ha terminado por desencantar a Demetrio Carceller, vicepresidente y máximo accionista con el 14,6% del capital, que ya busca la mejor manera y el mejor momento para salir de la compañía. Su aventura en construcción ya ha terminado y, desde luego, el hombre de Damm no está dispuesto a reflotar, otra vez, a Sacyr. Ahora le preocupa mucho más, por ejemplo, Ebro.