A Donald Trump hay que agradecerle muchas cosas. La primera, que haya acabado con la incultura woke, ideología de género incluida, y que haya devuelto a Occidente, si no a los principios cristianos, sí al sentido común: derecho a la vida como principio del resto de derechos, familia formada por hombre y mujer, abiertos a la procreación, que sean los padres quienes decidan qué educación deben recibir sus hijos, y una economía basada en el esfuerzo y la meritocracia, no en el reparto de la miseria en que consiste la economía subvencionada vigente en Europa.
También hay que agradecerle a Trump su política exterior, que, aunque no nos convenga a los españoles por su desprecio a Pedro Sánchez -quien curiosamente, juega a ser aliado de Mohamed VI- y la apuesta de Washignton por Marruecos, nuestro peor enemigo, sí que es el único líder mundial que ha optado por la paz, tanto en Ucrania como, sí, en Oriente Próximo, mientras Europa se empeña en armar a Ucrania que sea Ucrania quien ponga los muertos... y en defender los terrorista de Hamás.
Incluso la política de aranceles es entendible, para pararle los pies a China y reindustrializar Occidente, la mayor tiranía del mundo, a la que Europa, bobalicona, aplaude. Pero la reforma fiscal que pretende Trump... ahí mucho me temo que el excéntrico Musk tiene razón. Una reforma que ya ha sido aprobada por el Congreso y ahora se juega su futuro en el Senado. Una reforma que el de Tesla ha calificado como "abominación repugnante". El empresario le recuerda al presidente que liberal no es aquel que reduce los impuestos sino el que reduce los gastos. Es de esta forma, reduciendo gasto y deuda públicos, como se reduce el papel del Estado, que es malo, no porque sea público, sino porque es enorme.
Lo curioso es que sea uno de los empresarios enormes, por tanto, peligrosos, un tal Elon Musk quien tenga que recordarle esto a un presidente republicano como Donald Trump. Es bueno reducir los impuestos, sí... mientras se reduzca al mismo tiempo el gasto público.