Si no fuera porque CCOO y UGT han vivido fenomenal tanto con el PSOE como con el PP en La Moncloa, se diría que los líderes de ambos sindicatos, Unai Sordo y Pepe Álvarez, respectivamente, están tan alicaídos como el Gobierno, tras el fracaso electoral en Andalucía.

Lo que les sucede a Álvarez y a Sordo es que tienen que justificar como sea la existencia de los sindicatos y en ocasiones se pasan de frenada. Como el martes, cuando el líder de UGT aseguró que las cafeterías subían el precio, por ejemplo, del café, no porque haya subido el precio de la energía o el de las materias primas, sino por puro afán de lucro.

Su argumento: “¿Alguno piensa que cuando bajen los precios de la energía, en las cafeterías vayan a bajar el precio del café?”, preguntó durante su intervención en el curso de la UIMP, ‘Sostenibilidad y digitalización: las palancas de la recuperación’, organizado por la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE).

Si eso dicen de la hostelería en general y de las cafeterías en particular, imaginen la opinión que tienen de las eléctricas y de lo que supuestamente están ganando en la actualidad: “No estamos hablando de beneficios legítimos, estamos hablando de usura y contra la usura el Gobierno tiene la obligación de actuar”. Según Álvarez, sin embargo, subir el impuesto de Sociedades un 10% a estas empresas no será suficiente. Sordo se contentaría si esa tasa que pretende el Gobierno fuera, como mínimo, del 15%.

La solución de los dos sindicatos mayoritarios (y sobre-subvencionados) es crear una empresa pública de generación eléctrica. “Ése es el camino que nos va a liberar de esta dictadura de las eléctricas”, afirmó Álvarez.

Por supuesto, las eléctricas deben devolver a los ciudadanos los beneficios extraordinarios, pero el Gobierno no tiene por qué devolver a los contribuyentes lo recaudado de más por la inflación. Eso no es progresista.

Tampoco faltaron las descalificaciones dirigidas a Macarena Olona y su candidatura andaluza -“no se puede tomar por el pito del sereno a un pueblo”, afirmó Sordo-, ni a Isabel Díaz Ayuso por el calor que hace en el metro de Madrid y lo abarrotados que están los andenes porque han reducido el número de trenes.

En cualquier caso, Sánchez no tiene la culpa de nada. El presidente es bueno y por eso, las amenazas de movilizaciones en otoño no fueron dirigidas al Gobierno sino a la patronal. Y es que los empresarios son todo lo contrario que Sánchez: son malísimos. Y los autónomos y pequeños empresarios son peores todavía.