El secretario general de UGT, ahora Pepe Álvarez o 'el fulares', antes Josep Lluis Álvarez, asturianín de Belmonte de Miranda, ha adelantado los objetivos laborales, parte fundamental de la política económica, del próximo Gobierno que, de forma un tanto determinista, toda la izquierda y parte de la derecha, asigna a Pedro Sánchez, pese a no haber ganado las elecciones.

Álvarez ha dicho que el SMI tiene que subir hasta los 1.200 euros, un 60% del salario mínimo, con una jornada laboral que debe reducirse desde las 40 horas semanales actuales a las 35, para luego bajar hasta las 32 horas, previsiblemente en cuatro días laborales a la semana. Además, hay que volver a encarecer el despido.

Respecto a este último punto, recuerden que el único avance de la Reforma laboral de Fátima Báñez consistió en reducir el coste del despido, de 45 a 20 días por año trabajado.

Dice Álvarez que la indemnización por despido no arregla la vida al trabajador. Es que no tiene que arreglarle la vida. Además, no le soluciona la vida al empleado, pero sí que los 45 días de despido destrozan la vida a muchos micro-empresarios y, sobre todo, supone un seguro de empleo para vagos y negligentes, los jetas de la oficina, quienes se refugian en el alto coste del despido para mantener el salario que no se ganaban. En España, es más fácil divorciarse de la esposa que despedir al empleado.

Para conseguir el pleno en España son necesarias tres cosas: despido libre con indemnización pactada de antemano, suprimir las cuotas sociales (y pagar las pensiones con IVA) y subir el salario mínimo hasta que con él se pueda formar una familia

También pide Álvarez una jornada laboral menor. De hecho, la jornada real de muchos trabajadores, por ejemplo en los más de 3 millones de funcionarios, no suele alcanzar las teóricas 40 horas de trabajo a la semana... ni de broma.

En cualquier caso, el principal problema competitivo de España es la productividad. Con el teletrabajo, la productividad aún ha ido a menos. Por tanto, la propuesta de Álvarez, que es la misma de Yolanda Díaz, reducir la jornada laboral, es verdaderamente insensata.

Luego está el engaño de la revisión automática del salario mínimo. Álvarez recuerda que, para que el salario mínimo alcance el 60% del salario medio, debería estar en los 1.200 euros, no en 1080 (como siempre, hablamos de salario bruto mensual por 40 horas de trabajo). Y yo digo que la propuesta de subir el SMI me parece excelente. Los salarios bajos tienen que ser salarios dignos, que permitan poner en marcha una familia. En este punto hay que aplaudir al gobierno Sánchez y acallar al PP y a la patronal CEOE.

Ahora bien, ¿por qué cada vez que el Ejecutivo Sánchez ha subido el salario mínimo ha subido, en línea o más que en línea, las cotizaciones sociales adscritas al salario mínimo, y que hoy se sitúan de media entre los 250 y los 300 euros mensuales, una barbaridad y una factoría de de economía sumergida?

En definitiva, ¿no sería mejor elevar el salario mínimo, y aún más que los 1.200 euros y, a cambio, eximir a empleador y empleado de pagar cotizaciones sociales. Porque uno tiene la impresión de que la subida del salario mínimo, más que a los empleados, beneficia al ministro Escrivá y a la ministra 'Marisu' Montero.

En plata, el modelo de Álvarez significa que bajaría la productividad, subirían los impuestos, sobre todo las cotizaciones sociales, y se alimentaría la vagancia y la caradura del mal empleado, al tiempo que se desalentaría el autoempleo.

En contra de lo que propone el futuro, para muchos, ineludible Ejecutivo Sánchez, lo único que puede conseguir el pleno empleo en España es justo lo contrario: despido libre con indemnización pactada de antemano; salario digno, hablo sobre todo de la banda baja de salarios y para eso hay que subir el SMI pero, ojo, sin subir los impuestos anexos.

Es decir, para conseguir el pleno en España son necesarias tres cosas: despido libre con indemnización pactada de antemano, suprimir las cuotas sociales (y pagar las pensiones con IVA) y subir el salario mínimo hasta que con él se pueda formar una familia. Justo lo contrario, o casi, de lo que propugna el progresismo español. Sánchez, Díaz, Álvarez, Sordo, etc.