De guante blanco. Así ha sido la junta general ordinaria de accionistas de Indra, celebrada este miércoles en formato híbrido, presencial-telemático. El nuevo presidente, Marc Murtra, hombre ligado al PSC de Salvador Illa, agradeció el trabajo de su antecesor, Fernando Abril-Martorell, y la transformación operada en la compañía desde el año 2015, cuando asumió el cargo de presidente ejecutivo. “Esta transformación nos permite ahora abrir un nuevo tiempo desde bases sólidas y nos debe impulsar a aprovechar las nuevas oportunidades para todos los que formamos parte de Indra”, ha señalado.

Buenas palabras, aunque escasas, que no esconden la verdadera intención del Gobierno: lograr que Murtra sea presidente ejecutivo, como lo fueron Javier Monzón y Fernando Abril-Martorell. De momento no lo ha logrado, pero no tira la toalla.

En Moncloa ya han dado el primer paso: lograr el apoyo de los accionistas significativos para nombrar presidente a Murtra. Y es que en la SEPI les faltó tiempo para, nada más comunicarle a Abril-Martorell que había perdido la confianza del Gobierno, llamar a los fondos y a los principales accionistas con el fin de asegurarse su apoyo al nuevo presidente.

Ahora continúan en su empeño de hacerle ejecutivo. El argumento es sencillo: el modelo actual, un presidente no ejecutivo y dos consejeros delegados -en realidad son directores generales-, no se sostiene. ¿Qué ocurrirá, por ejemplo, cuando las decisiones de Ignacio Mataix, responsable de Transporte y Defensa, y Cristina Ruiz, número uno de Minsait, no coincidan? ¿Decidirá Murtra, aunque no sea ejecutivo?

Lo cierto es que en la tanda inicial para ser CEO había un tercer candidato, además de Mataix y Ruiz: Javier Lázaro, director general corporativo que engloba, entre otras, la función de director financiero. Lázaro llegó a Indra de la mano de Abril-Martorell, como también lo hizo en Credit Suisse y en Prisa.