El somnoliento Joe ha tenido una buena idea (ya era hora): liberar las reservas estratégicas de petróleo para reducir el precio del combustible en Estados Unidos. Más petróleo, más barato.

Por contra, en España, tenemos a la vicepresidente, quien pretende finiquitar el petróleo y otros combustibles fósiles. Con ello no consigue acelerar la electrificación, sencillamente porque la realidad no cambia al ritmo que exige la talibana Ribera y entonces no le importa que el litro de gasolina se sitúe en los 1,6 euros, en el surtidor de la esquina.

En efecto, el bolsillo de Juan Español no le importa, ella sólo trabaja para el planeta. Y así, la faltriquera de la clase media no sólo sufre el subidón de luz sino también el esfuerzo extra de llenar el depósito del automóvil.

Pues bien, ninguna de las medidas económicas aprobadas el pasado martes 23 en consejo de ministros ofrece un respiro para la reducción del precio de la gasolina, mientras la política de Ribera provoca que el precio de la luz, el sustituto deseado, también se dispare.

Esto ocurre cuando se adora al planeta y se toma la ecología como una credo religioso. Es entonces cuando olvidamos que la energía primero debe ser barata, luego verde. El suministro sostenible es más importante que la sostenibilidad del planeta, cuestión esta última que, además, es imposible de prever.