Decíamos ayer que, en Madrid, ya hay bufetes de abogados preparados para querellarse contra los consejeros independientes que se atrevan a aprobar la compra de EME, el fabricante de armas, propiedad de los hermanos Escribano, Ángel y Javier, por Indra.
Y esto porque no puede ser que el presidente de la empresa compradora sea propietario de la empresa vendedora. En esas condiciones, a ver quién es el guapo que fija un precio justo.
Pues bien, Marisu Montero, vicepresidenta primera del Gobierno, mujer de grandes tragaderas pero no tonta, también ha levantado el brazo. La vice está preocupada por las repercusiones del escándalo de que una empresa pública compre una privada... siendo que el presidente de la pública es el propietario de la privada y su hermano, Javier Escribano, consejero de Indra. No sólo es que suene mal es que suena nítido, dado que los beneficiados serían los Escribano. ¡Ah! y no olviden que hablamos de una Indra puede acabar por tener un sólo cliente: el propio Gobierno.
Y no es que a Marisu le preocupe el escándalo. A este Gobierno no le preocupan los escándalos. Lo que realmente le preocupan son los escándalos que lleguen al electorado.
Pero la operación en sí no es es lo único que preocupa a Marisu. A Hacienda y a la SEPI les preocupa, también, las consecuencias de la cercanía entre Ángel Escribano y Manuel de la Rocha, el asesor áulico de Sánchez, que no atraviesa su mejor momento anímico.
No olvidemos que De la Rocha se había convertido en el todopoderoso eje del nuevo INI de Sánchez. Así, fue él quien, en una vergonzosa operación bananera, cesó a un presidente del IBEX-35, a José María Álvarez-Pallete, el de Telefónica, haciéndole venir a Moncloa para ser cesado en la mismísima sede del Gobierno.
Un tipo que es capaz de eso es capaz de cualquier cosa, y a Marisu le preocupa que ahora permita que, en plena operación de rearme en Europa, el comprado EME se conviene en máximo accionista de la compradora Indra, punta de lanza, junto a Navantia, de la industria armamentista española... donde el Gobierno es el primer cliente y donde, hasta ahora, es también el primer accionista.
Marisu es obediente pero no conviene jugar con ella. Además, esta vez sin que sirva de precedente, resulta que tiene razón.