El regulador de Nuevo México ha tumbado la compra por parte de Iberdrola, a través de su filial Avangrid, de PNM Resources, la gran operación de la energética española para acelerar su crecimiento en el mercado de Estados Unidos. ¿Por qué? Por razones de reputación corporativa. Estos anglosajones se vuelven muy puritanos cuando les conviene y así, como ya hemos dicho en Hispanidad, cuando quieren legalizar el fraude fiscal se inventan un nuevo paraiso fiscal. 

Pues bien, ahora las autoridades regulatorias de Nuevo México están preocupadísimas porque el españolito Ignacio Sánchez Galán haya sido imputado en el caso Villarejo y claro, no le puede permitir que una de las mayores eléctricas del mundo, más solvente que cualquier eléctrica norteamericana, compre una empresa... en Nuevo México.

Lo cierto es que en la cúspide de su carrera empresarial Ignacio Galán está contra las cuerdas. Ahora mismo tiene, por lo menos, tres enemigos: el fondo Blackrock, presidido por Larry Fink, que aprovecha la situación para exigir el nombramiento de un consejero delegado. En segundo lugar, el juez García-Castellón, que le mantiene imputado en el caso Villarejo, según un criterio jurídico que sólo se aplica cuando conviene: que el señor Villarejo era un funcionario público cuando fue contratado por Iberdrola. En tercer lugar, las salvas se han vuelto lanzas y ahora mismo Galán mantiene muy malas relaciones con el Gobierno Sánchez. Curioso, porque era de los presidentes de energéticas el que mejor relación personal tenía con la vicepresidenta de Transición Energética, Teresa Ribera. De nada le ha servido a Galán el volverse el más progresista de todos los empresarios españoles, tan feminista que patrocina la liga de fútbol femenina y tan verde que su concepto favorito es la sostenibilidad, su color corporativo es el verde y líder mundial en energía eólica. Nada es sufienciente para doña Teresa ante un Galán que cada día critica más abiertamente una política energética que nadie entiende. En la sede corporativa de Iberdrola, en la madrileña calle de Tomás Redondo, 1 consideran que la política energética del Gobierno Sánchez no la entiende... ni Teresa Ribera.