Caixabank nos ha sorprendido esta semana con el lanzamiento de la hipoteca inversa, un producto que ya fracasó en España a comienzos del presente siglo y que la alianza Santander-Mapfre relanzó en noviembre de 2023. De momento no parece que haya mucho apetito para este controvertido producto: hasta el 31 de diciembre de 2024 sólo se formalizaron 200 hipotecas inversas en nuestro país.
Caixabank utiliza el argumento del envejecimiento de la población y es cierto: ya hay más de 12 millones de españoles con 60 años o más. La entidad, por su parte, tiene más de 4 millones de clientes con más de 65 años. El mercado existe, es amplio y evoluciona favorablemente, toda vez que es la generación del baby boom (1958-1975) la que está llegando a la edad de jubilación.
El problema, por tanto, no es el mercado, sino el riesgo que implica el producto, un riesgo que es doble: financiero y reputacional. Financiero porque se desconoce cuándo fallecerá el cliente y la esperanza de vida aumenta cada año, con permiso del Covid.
Por eso, tampoco es un producto como para tirar cohetes. Por ejemplo, una persona de 80 años con una vivienda de 450.000 euros, podría cobrar una renta de 980 euros mensuales hasta alcanzar su esperanza de vida de 94 años, según cálculos de Santander y Mapfre, en noviembre de 2023.
Todavía es pronto para hablar de la rentabilidad o no del producto, pero según el Banco de España, la sociedad Santander-Mapfre perdió 1 millón de euros en 2023 y 3,5 millones en 2024, el primer ejercicio completo de la hipoteca inversa. Y al riesgo financiero se suma el riesgo reputacional, al ser un producto que involucra, no sólo al cliente sino a sus herederos.
En el horizonte, la pregunta: ¿Si lanzas la hipoteca inversa, por qué no la dación en pago?