No seré yo quien llore por un impuesto a la gran banca o a las grandes energéticas: todo lo que haga que lo grande se vuelva pequeño es deseable pero, antes que esto, no me gustan los impuestos y, mucho menos, un impuesto que no grava el beneficio sino los ingresos. Es decir, que por mucho que así lo repitan los jerarcas sociopodemitas, no grava la ganancia sino la creatividad. Sin ir más lejos, la creación de puestos de trabajo.

Caixabank ya ha concretado lo que tendrá que pagar: más de 450 millones de euros extras con cargo al ejercicio 2022

Pue bien, tal parece que Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE) piensa algo similar. El dictamen del BCE sobre la medida estrella de Pedro Sánchez, siempre en versión y en tensión electoral, no puede ser más duro. Por gravar ingresos, no dividendos, ciertamente, pero es que  el BCE llega a más: Lagarde asegura que los bancos sí que deben repercutir al cliente el coste del impuestazo. Eso era precisamente lo que socialistas y podemitas aseguraban que no iban a permitir en ningún caso.

Recuerden que el primer banco de España (el impuestazo se cobrará a los grandes bancos españoles, no a los extranjeros que operan en España), por boca de su consejero delegado, Gonzalo Gortázar, ya ha evaluado en 450 millones de euros, lo que tendrá que pagar al Gobierno (perdón, al Estado) con cargo al ejercicio 2022... además de todos los demás impuestos que ya paga.    

Christine Lagarde, además, asegura que los banca sí que deben repercutir el coste del impuestazo al cliente, justo lo que PSOE y Podemos han dicho que prohibirán

Por resumir: al BCE no le gusta el impuestazo del Gobierno. Aún así, Pedro Sánchez, el estadista europeo, lo aplicará. Porque él lo vale y porque conviene a su proyecto demagógico: leña a los banqueros y a los eléctricos. Sólo que no está claro si el palo nos lo está sacudiendo en el lomo a todos los españoles... y españolas y españolos. Hablamos de un impuesto inclusivo, naturalmente.