Donald Trump no ha querido pasar por alto el plan de recorte de plantas (siete, cuatro de ellas en EEUU) y empleos del gigante americano del automóvil General Motors (GM) y ha hablado telefónicamente con su consejera delegada, Mary Barra (en la imagen), para decírselo personalmente. “No estoy contento con lo que ha hecho”, le ha dicho el presidente, al tiempo que le ha recordado que “Estados Unidos salvó a GM”.

Un rapapolvo, en fin, cuando uno de los ejes del mensaje de Trump ha sido el American first, con el repliegue a suelo patrio de la industria americana para crear puestos de trabajo en EEUU. Sin embargo, entre las instalaciones que GM va a cerrar están las de montaje de Lordstown en Warren (Ohio), dos en Michigan y una en Maryland.

Sobre la de Ohio, en concreto, ha dicho que no es una buena medida, como sabe la propia Mary Barra y ha añadido, tras su conversión con ella, que cree que “pronto volverán a poner algo allí”.

General Motors ha anunciado también el recorte del 15% de la plantilla en Norteamérica, con el objetivo de reducir sus costes en 6.000 millones de dólares

El presidente americano sacó a colación la industria del automóvil durante su campaña electoral, con referencias concretas tanto a Ohio como al fabricante, que ha desplazado producción a plantas de México.

Además del cierre de siete platas, General Motors ha anunciado también el recorte del 15% de la plantilla en Norteamérica, con el objetivo de reducir sus costes en 6.000 millones de dólares. Una de esas fábricas está en Canadá.

Al fin y al cabo, más allá de lo que diga Trump, el sector del motor vive un momento delicado, marcado por el proteccionismo que anima él mismo, y por los futuribles del vehículo eléctrico, para frenar las emisiones de CO2, y la conducción autónoma.

Si lo primero, que se concreta en los aranceles a la importación, afecta a toda la industria, lo segundo -los nuevos retos-, especialmente a GM. Son dos ejes en los que la compañía no ha corrido lo mismo que otros fabricantes.

General Motors ha perdido terreno en los retos del coche eléctrico y autónomo; los aranceles y China preocupan al resto

La incertidumbre, en cualquier caso, afecta a todos, como ilustra el bombardeo contra los modelos diésel, también en España. Son las propias marcas las que cuestionan ese ese proceso, que tiene también un ingrediente de amenaza directa -son plantas, en muchos casos, con una inversión no amortizada-, y otro que deja en el aire millones de puestos de trabajo (en función de la velocidad que se marque), por ejemplo, en Europa.

El cuadro crítico se completa con China, que ha optado estratégicamente por el vehículo eléctrico, y esa realidad preocupa a los fabricantes, sobre todo de la industria de componentes. Ahora bien, a esa realidad se añade otra, también crítica: la ralentización de su economía, que implica una pesada factura por el recorte de las ventas.

En fin, el panorama es complejo y la salida, difícil.