Sandra Muller, la impulsora del MeToo francés, que llamó en 2017 a denunciar en las redes sociales a los acosadores sexuales ha sido condenada a pagar 20.000 euros al hombre al que denunció en las redes sociales por haberle dedicado comentarios inapropiados.

La revista Time la nombró una de las “rompedoras del silencio” sobre el acoso sexual con el movimiento MeToo que ese mismo año decidió constituían, colectivamente, la personalidad del año para la publicación.

Anterior a su caso fue el de la actriz italiana Asia Argento, una de las principales acusadoras del productor Harvey Weinstein y líder del movimiento MeToo.

Durante un programa de televisión en Italia, Argento, que en un primer momento negó haber mantenido ninguna relación sexual con un joven de 17 años, corrigió su versión y admitió dicha relación.

Y en el apartado masculino, también el futbolista Neymar ha sido protagonista en el plano de las denuncias falsas. La justicia brasileña ha acusado formalmente a la modelo Najila Trindade, por falsa denuncia y extorsión al jugador.

Con este escenario, cabe preguntarse: ¿Qué pasa con el daño que se causa a quienes son verdaderas víctimas de las situaciones que denuncian aquéllas que no dicen la verdad?