El espectáculo del segundo ‘impeachment’ empieza a resultar deprimente y sólo los muy tontos pueden creerse que el demócrata Joe Biden y la reina de la tiranía de género, Kamala Harris, busquen recuperar la unidad perdida del pueblo estadounidense. 

Es tal la saña, el empecinamiento y -aquí sí- el odio de los demócratas y los progres republicanos contra Donald Trump que, como todo odio, y hasta el concepto mismo de odiador (recuerden la gran mentira de los delitos de odio, que no es otra cosa que censura) que la frontera con el ridículo se traspasa enseguida.

Y todo ello en un intento forzado de modificar la historia de Joe Biden, ese señor a quien sus entonces competidores y su hoy vicepresidenta, Kamala Harris, calificaron en un debate durante las primarias, como racista y acosador sexual.  

En pocas palabras, el ‘impeachment’ de los demócratas, capitaneados por dos católicos progres, Joe Biden y Nancy Pelosi, puede apuntar a la resurrección futura de Donald Trump. El ensañamiento con el expresidente puede volverse contra Biden, que ha olvidado el viejo refrán español de “a enemigo que huye puente de plata”.

Ya hemos dicho en Hispanidad que este segundo intento de destitución -a un ¡presidente ya destituido!- es como propinarle una puñalada a un cadáver, o como aquel otro dicho que reprocha la cobardía de quien le pisa el rabo al león después de muerto.

Además, de esta forma, nadie, ni los más progres, se van a creer que los demócratas busquen la unidad y un Trump acorralado resulta aún más popular. 

Que así sea.