Dejando a un lado el ruido de los indultos y del separatismo catalán, que otra vez está donde quería, en el efímero proscenio del narcisismo, el pasado miércoles ocurrían dos cosas en España, con escenarios en Madrid y Santander. En Madrid, Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, se echaba a llorar en la asamblea de la CEOE, por lo muy mal que lo ha pasado tras su solemne metedura de pata, al apoyar los indultos de Pedro Sánchez.

Como sus predecesores, Álvarez y Sordo continúan trabajando para sus afiliados, no para el conjunto de trabajadores ni para el conjunto del país. Saben que los sindicatos de clase están moribundos

Algo parecido a lo que le ocurre al cardenal Juan José Omella, obispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Catalana, por similar motivo, cuando habla con sus compañeros obispos de más allá de la frontera del río Ebro.

Al tiempo, en Santander, en la Menéndez Pelayo, los secretarios generales de CCOO, Unai Sordo, y de UGT, Pepe Álvarez, daban por cerrada la reforma de las pensiones que seguirán subiendo según el IPC y defiende las prejubilaciones según el lema de los sindicatos procedentes del marxismo: trabajar menos, cobrar más y pasar a clase pasiva cuanto antes.

Enfrente tienen a una patronal desmayada, dirigida por un hombre débil y de visión chata

Y lo malo es que el ministro de las pensiones, José Luis Escrivá, cederá, porque la presión podemita, unida a la debilidad socialista y a la ambición del presidente, constituyen la claves de Ejecutivo español.

Para entendernos, PSOE, Podemos y sindicatos llevan al sistema español de pensiones a la quiebra y a la España envejecida al desempleo perpetuo

Mientras, CCOO y UGT, que sólo representan a una pocos trabajadores y que viven de las subvenciones públicas y del micrófono de los periodistas, consiguen mantener la prejubilación y ni se plantean el salario maternal para rejuvenecer la población.

Como sus predecesores, Pepe Álvarez y Unai Sordo continúan trabajando para sus afiliados, no para el conjunto de trabajadores, ni para el conjunto del país. Saben que los sindicatos de clase están moribundos y atienden a su parroquia… a costa de hundir todo el sistema. Para CCOO y UGT, las pensiones deben mantenerse a toda costa y el pagano debe ser el contribuyente: más impuestos y más deuda, que impiden crear empleo para los jóvenes, con el fin de mantener a sus afiliados, casi todos ellos en edad de… prejubilación.

El salario maternal, clave para el rejuvenecimiento de España, sólo aparece en Madrid… y de forma pacata y rata

En Santander, Sordo y Álvarez defendieron que gobierno y patronal ya han aceptado el mantenimiento del cáncer de las pensiones, la prejubilación, y renunciando a lo único que pueda salvar el sistema público de pensiones: precisamente el retraso en la edad de jubilación y hacer coincidir la edad oficial para pasar a clase pasiva con la real.

Se aprovechan de que, enfrente, tienen a una patronal desmayada, dirigida por el un hombre débil y de visión chata, Antonio Garamendi, que ayer se deshizo en lágrimas ante sus afiliados -cuán emocionante- tras su metedura de pata con su apoyo a los indultos de Sánchez a los  separatistas catalanes.

En el entretanto, el salario maternal, clave para el rejuvenecimiento de España y con ello para el mantenimiento del sistema público de pensiones, sólo aparece en la Comunidad Madrid y de forma pacata y rata. Pero eso ni lo ve Garamendi ni les importa a Álvarez y Sordo, que trabajan para sus afiliados: obreros de más de 55 años de empresas grandes. Pero los jóvenes no trabajan, así que no tienen nada que ofrecerles. Que se fastidien y paguen la pensión de sus prejubilados.