Vuelve la histeria general de marzo sobre el coronavirus. El virus no es tan potente como seis meses atrás pero la neurosis colectiva sí lo es, y el miedo -miedo a la muerte, no se engañen- se ha multiplicado en una España acobarda.

Y no, el coronavirus no ha servido para que los españoles vuelvan a acercarse a la Iglesia. No parecen haber optado por al esperanza sino por la desesperación.  

Ahora bien, la pregunta continúa siendo la misma: ¿Por qué países con medidas anti-Covid más suaves que España tienen menos muertes y menos contagios que España? ¿Qué estamos haciendo mal?

Abandonarse en manos de Dios frente el Covid no es una opción, es la única opción sensata: ¿Acaso la ciencia, o el Gobierno, han evitado 50.000 muertos en España y 600.000 contagios?

No digo que haya que prescindir de las precauciones. No, pero sin exagerar, porque las precauciones, además de reducir la libertad individual y haber creado un Estado policial y un país de delatores… pues podría ocurrir que mañana descubriéramos que no eran necesarias, incluso que resultaban contraproducentes. ¿Es que no hemos aprendido nada de nuestros errores de anteayer?

Por cierto, confiar en Dios ante el Covid no es una opción: es la única opción porque: ¿acaso sabemos algo sobre el virus? ¿Acaso la ciencia, o el Gobierno, han evitado 50.000 muertos en España y 600.000 contagios?

Por tanto, ponernos en manos de Dios contra el virus no es una razón religiosa, es una razón, también, de sentido común. En el entretanto, esperemos que nuestros propios cuerpos, creados por Dios, se inmunicen, o que la ciencia venza al virus. Pero, por el momento, las precauciones sólo sirven para esclavizarnos y no tenemos clara su eficacia. Sí, protejámonos pero no condenemos a muerte a todo aquel que ponga en duda la eficacia de las prevenciones o la relación del coste (liberticidio) con el beneficio. Ejemplo: ¿hay evidencia o demostración de que el bozal detenga al virus?).

Con tantas incógnitas, yo no condenaría a muerte al disidente, ni renunciaría a mi libertad por miedo al virus, ni paralizaría la economía. No vaya a ser que, en lugar de morir de coronavirus muramos de miseria.

Puede usted confiar en Dios… o confiar en el doctor Simón

Y curioso, los más inquisidores en esta línea son los progresistas. Al que se atreva a replicarles, le tachan de negacionista… por de pronto.

Vamos, que puede usted confiar en Dios… o confiar en el doctor Simón. Yo prefiero lo primero.

Hay otro tipo de tonto, este ya tonto macizo: el que piensa que el Gobierno nos somete a un infierno de normas, contradictorias entre sí, cada 30 días, por nuestro bien, para salvar vidas. Para ese tipo de necio no se me ocurre ningún consuelo.