Les presento a Sir Martin Sorrell, el rey de la publicidad global, el capo de WPP, el buque insignia de la intermediación publicitaria. O sea, nada de tecnología, nada de investigación, poco valor añadido pero una intermediación que proporciona una escandalosa liquidez y unos márgnes fuera de lo común.

Sorrell negociaba con sus víctimas, perdón con sus clientes, con un estilo cercano al matonismo. Por ejemplo, influía en los medios de comunicación gracias a su papel como mayorista de publicidad, con cientos de millones a su disposición.

Su táctica para conseguir contratos tenía algo de matonismo.

Cuando quería expandirse en un país fichaba a una figura reconocida en el ámbito de la gestión de medios. Por ejemplo, en España, a Miguel Barroso, viudo de Carme Chacón, la que fuera ministra de Defensa y que falleció de una dolencia cardíaca.

Se ha visto a presidentes de multinacionales temblar ante el Sir, y a él mismo le gustaba presentarse como un ilustrado, con cierto tufillo masoncete, y partidario declarado del Nuevo Orden Mundial (NOM). Ya saben, partido demócrata norteamericano: progre en lo social y capitalista en lo económico. Efectivamente, Sorell es uno de los hombres clave de Bilderberg. Por eso se llevaba tan bien con Juan Luis Cebrián.

Cada dos por tres se marcha a Suiza para una cura de rejuvenecimiento. Y sus mujeres cada vez eran más jóvenes.

Pues bien, ahora resulta que Sorrell ha sido pillado metiendo la mano en la caja y ha sido apartado del poder. De la gestión, más bien, porque quitarle a Sorrell el poder es muy complicado.

Parecía el hombre eterno, dotado con la eterna juventud. Pero ahora resulta que ha utilizado fondos de la empresa de forma indebida y entonces todos nos preguntamos cómo WPP podrá sobrevivir sin el gran hombre.

Él lo tiene claro, seguirá acudiendo a Suiza para curas de rejuvenecimiento, volverá hecho un brazo de mar y con una señora, unos 30 años más joven que él, del brazo. No, no las colecciona pero ya se le conocen varios ejemplos.

Y en el sector aseguran que Sorrell deja el cargo pero no la pesadísima carga de controlar la publicidad, negocio sensible y de gran influencia ideológica… por sí mismo y a través de los medios. En cualquier caso, es una salida muy curiosa: se marcha por meter la mano en la caja pero, al mismo tiempo, la empresa le indemniza.

Es Sir Martin Sorrell.