Han pasado 15 años desde el fallecimiento de Juan Pablo II y le seguimos echando de menos. ¿Por qué será?

Los niños lo tienen claro: por su simpatía, su alegría, pero, sobre todo, porque se parece a ellos y, especialmente, porque se parece a Jesús. Sí, porque los niños quieren estar cerca de Jesús -la cosa más importante-, como lo estaban de Juan Pablo II.