Según publica Infocatólica, en el estado canadiense de Columbia Británica, un padre ha sido condenado a seis meses de prisión por hablar en público contra la administración de testosterona a su hija de 15 años, que sufre de disforia de género. La palabra disforia no aprece en el diccionario de la Real Academia. Se usa como antónimo de la euforia. Vamos, que a la señorita de 15 años no le apatecía ser mujer, tal y como nació, sino hombre, por lo que deseaba eso que están ustedes pensando.

Y claro, Robert Hoogland no quería aceptar que a su hija de 15 años le administrasen hormonas masculinas para facilitar su «cambio» de sexo. También se niega a llamarle «él» en vez de «ella». Es decir, que se le condena, atención, por llamar hija a su hija. Su oposición ya ha tenido consecuencias: tras ser arrestado, y posteriormente puesto en libertad, en el mes de marzo, ha sido condenado a seis meses de prisión, aunque al ser la primera vez que comete un «delito», no tendrá que ir a la cárcel. El sistema es compasivo.

Un tribunal dictaminó hace meses que Robert no podía oponerse al tratamiento hormonal de su hija y además le prohibió hacer declaraciones públicas al respecto. El quebranto de esa prohibición ha provocado la condena.

Desde los once años, la hija se identificó como un niño y cambió su nombre a los doce, cuando comenzó la terapia hormonal con el apoyo de su madre, psicóloga y endocrina.

Los jueces dictaminaron que la no aceptación del cambio de sexo de la niña por parte del padre perjudicaba gravemente la estabilidad emocional de la menor. 

El padre ha insistido constantemente en que su hija no es lo suficientemente madura para tomar una decisión de esa naturaleza y piensa que si en un futuro cambiara de opinión y se sintiera de nuevo mujer, le echaría en cara que no se hubiera opuesto a su hormonación. Ya lo ven un padre sabe que su hija no es madura ni a los 11 años ni a los 15 pero para leyes como la Trans que el ministerio de Irene Montero está impulsando en España -según el propio borrador- a partir de los 16 años tendrán autonomía para hacerlo, y para los menores de doce años o aquellas personas "con capacidad de obrar modificada judicialmente" deberán ser sus representantes legales los que lo soliciten.

Y si, efectivamente, su hija le reprochara no haber actuado contra su hormonación ¿qué le quedaría a ese padre? Seguro que en Canada tienen su Montero y su Celáa particulares. Esas ministras que pretenden velar por los derechos de los menores, utilizando a lo menores, cuando son menores y no tienen su madurez formada, para sacar adelante, sobre todo y ante todo, 'sus' leyes con consecuencias irreversibles para ellos, como la ley trans y normas que suponen para los pequeños un adoctrinamiento y un lavado de cerebro que roban y pervierten en los niños uno de los mayores tesoros que poseen cuando son pequeños, su infancia. Por eso, en el caso de Robert Hoogland Robert ha arremetido también contra la escuela a la que va su hija porque la aleccionaron al «cambio» de sexo sin informarle ni pedir su permiso.

Y, ojo, porque, a juzgar por estas normas, el Estado pretende no sólo educar a los hijos sino también condenar a sus padres cuando ellos sí velan por su protección.

Así, Robert Hoogland este padre dijo en una entrevista:

«Tuve una niña perfectamente sana, y esta niña perfectamente sana ha sido cambiada y destruida sin ningún motivo. Nunca será una niña con el cuerpo sano que debería tener. Siempre tendrá una voz más profunda. Tendrá que afeitarse para siempre a causa de su barba. No podrá tener hijos».

Por cierto, la ex esposa de Hoogland, que cuenta con el apoyo del sistema médico y legal canadiense, está procediendo con la transición de su hijo en contra de sus deseos.

Algo está ocurriendo en el mundo.