El secretario de Estado de Energía, José Domínguez Abascal (en la imagen), se ha hecho un lío, este jueves, al ser preguntado por el futuro de las centrales nucleares. Se ha lanzado, en primer término, al anunciar que la "intención del Gobierno es cerrarlas, según el cumplimiento de la vida útil", de 40 años, que ha tratado de corregir después, contribuyendo más todavía la confusión. "Habrá que analizar caso por caso", ha añadido, algo que podría prorrogar esa vida útil marcada en el calendario, para un "proceso de cierre escalonado".

Si se confirmara esa "intención del Gobierno", que es mucho decir, por la vida útil de 40 años, comenzaría ciertamente el apagón nuclear, un proceso que arrancaría con la central extremeña de Almaraz, en 2021, y concluiría con la de Trillo, en 2028, pero esa hipótesis -una declaración de intenciones- lo que sí provocaría es apagones en el sistema.

La razón no es otra, como sabe Abascal, que la sustitución de fuentes. Hay que tener en cuenta que la energía nuclear es la base de la pirámide del mix español, que cubre más del 20% de la demanda y, sobre todo, es una energía estable, que no se puede sustituir sin más por otras que proceden del sol y del aire, dos elementos no programables. Es, de hecho, la energía que más seguridad aporta al suministro. 

Una cosa es seguir a rajatabla los criterios de partido, como los del consejo asesor del PSOE, que presidió Ribera, y otra la realidad

Eso explica la metedura de pata de Abascal, que no se ha arrugado al decir que “antes de 2030, habremos cerrado”, aunque ha sido inevitable añadir después que ese proceso, caso por caso, "nos va a llevar probablemente más allá de 2030, pero no llegaremos a 2040”. En fin, una contradicción en toda regla, aunque el también expresidente de Abengoa ha insistido, para coronar el desarreglo, que la intención es cerrar “de una manera segura y ordenada”, lo que lleva “lustros”. 

En suma, Abascal se ha hecho portavoz de nuevo de los criterios marcados por los expertos del PSOE, con su propuesta de transición energética, contraria a la opinión de la comisión de expertos nombrada por el anterior equipo de Industria, que planteaba con realismo alargar la vida útil de las centrales porque aportan el 20% de la capacidad instalada en España, al tiempo que es una energía limpia (no contaminada). Es lo mismo, por cierto, que señalaba también el último informe que elabora anualmente Red Eléctrica.

Abascal dice que el Gobierno quiere ponerse de acuerdo con las eléctricas para un “cierre ordenado” pero no ha soltado prenda todavía

Se trata de el mismo error de Teresa Ribera, que tuvo que corregirse a sí misma en la Comisión de Energía del Congreso, al reconocer que el cierre de las nucleares “depende de más factores que estar en el programa del PSOE”. Casi sobra decir que la hoy ministra es la misma persona que presidió el Consejo Asesor para la Transición Ecológica de los socialistas, y que Domínguez Abacal estaba en el equipo que lo redactó. Las declaraciones se han producido, a preguntas de los medios, durante su participación en el XX Encuentro Sector Gasista del diario Expansión.

Paradójicamente, Aabascal ha dicho también, además de que el Gobierno no contempla alargar la vida útil de las centrales, que el proceso de cierre debe ser "compatible con las capacidades que tenemos en España, de la mano del Consejo de Seguridad Nuclear y de acuerdo con las compañías”. Es decir, Endesa, Iberdrola y Naturgy, las propietarias, a las que ha dado largas hasta ahora. Por ese motivo se han aliado las tres para 'no pedir' la renovación de Almaraz, como ya informamos, que es un modo de contestar a la indefinición del Ministerio de Transición Ecológica.

Y da un toque de atención al sector gasista, que deberá dejar de contaminar, o el cierre de las térmicas, antes de 2030

Abascal tiene más claro, más de lo mismo, el cierre de 9 de las 14 centrales térmicas actuales, en junio de 2020, porque no ha realizado las inversiones exigidas por Europa, y las otras cinco no funcionarán más allá de 2030. Son, en concreto, las de Endesa en As Pontes (La Coruña) y Litoral (Almería), la de Viesgo en Los Barrios (Cádiz) y las asturianas de EDP (Aboño y Soto de Ribera).

En paralelo, Abascal ha lanzado también un mensaje al sector gasista, que jugará un papel destacado en los primeros años de transición energética, sin el carbón, “pero no se puede quedar ahí”. O sea, que tendrá que reinventar su modelo, hacia el “gas renovable, en hidrógeno”, con “cero emisiones”.