Sr. Director:

Como joven valenciano, viví la etapa de Francisco Camps al frente de la Generalidad Valenciana desde el 2003 como Presidente hasta el 2011, año en que su imputación por corrupción le hizo dimitir para no perjudicar, señaló él entonces, las expectativas de Mariano Rajoy para acceder a La Moncloa.

Como joven valenciano, viví toda la Enseñanza Primaria y la Secundaria bajo su Presidencia. Lo que uno recuerda de aquellos años es que todo el sistema educativo valenciano estaba impregnado de pancatalanismo. Este que les habla tuvo suerte y pudo asistir a un colegio concertado donde la lengua vehicular en todas las asignaturas era el castellano, menos la asignatura de falso valenciano, porque, queridos amigos míos, les he de contar que eso que a los jóvenes nos enseñan bajo el título de “valenciano” no es nuestro histórico, dulce y glorioso idioma valenciano, que atesora un Siglo de Oro, el más antiguo de España, sino el catalán puro y duro. Y todo ello, en buena medida, por obra y gracia de Francisco Camps.

Miren, les voy a contar una historia. En el año 1996, como uds. sabrán, José María Aznar necesitaba los votos de CiU, es decir, del corrupto Jordi Pujol, para gobernar y acceder a La Moncloa. Además de las varias prebendas que hablando catalán en la intimidad le concedió al corrupto tirano separatista a cambio de desmontar los elementos de cohesión nacional, tales como el Servicio Militar Obligatorio, la enseñanza en castellano/español en Cataluña (no recurrió la Ley de Política Lingüística de 1998 que impone multas a quien no rotule como mínimo en catalán), la gestión de los puertos, las competencias de Tráfico de la Guardia Civil, Aznar utilizó al Reino de Valencia como moneda de cambio y le entregó al tirano corrupto la lengua valenciana, que es su mayor signo de identidad.

Nació así la AVL por obra y gracia del tándem Aznar-Pujol y Eduardo Zaplana, a la sazón Presidente de la Generalidad Valenciana, tragó como un carretón a cambio de un futuro puestecito como Ministro cuando quisiese llegar a cotas más altas. Pero, ojo, no se olviden nunca de Francisco Camps. En toda aquella operación, Camps, Paco el curita, para los amigos, era el Conseller de Cultura y Educación desde 1997. Y él fue el encargado de ejecutar la primera parte del plan de parto de la catalanista AVL, que no fue otra cosa que encargar al Consell Valencià de Cultura (CVC) compuesto mayoritariamente por catalanistas, que elaborase un dictamen sobre la naturaleza del idioma valenciano. Paco Camps, el nostre Paco, el que siempre se decía de él que era un bon chic, fue el encargado de componer la lista de académicos del futuro ente catalanista de venta de la lengua valenciana. Después de mentir a todo el valencianismo cultural y engañar con milongas y falsos billetes de Judas a unos y a otros, comprando las voluntades de los estómagos más agradecidos, estableció que el ente de 21 académicos tendría 17 académicos catalanistas y 4 valencianistas, estos últimos, que perdieron al poco tiempo su fe valencianista para abrazar la catalanidad, salvo Xavier Casp, quien al mes de ser nombrado dimitió y declaró públicamente que la AVL era “un bodrio al servicio del pancatalanismo”.

No contento con todo eso, Francisco Camps tuvo un periplo intermedio por cargos en la Administración Central del Estado entre 1999 y 2003 como Secretario de Estado para las Administraciones Públicas, Vicepresidente primero del Congreso de los Diputados y Delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana antes de regresar, de nuevo, a la política regional en 2003, como candidato del PP a presidir la Generalidad Valenciana.

La sociedad valenciana pronto tuvo buena cuenta de que las expectativas puestas en él para revertir la actuación política de Zaplana en favor del pancatalanismo podían irse al guano perfectamente, al comprobar que los métodos eran exactamente los mismos. Francisco Camps continuó con su actuación pancatalanista de potenciación del catalán, persecución del español en las aulas y suplantación de la lengua valenciana, puesto que, en esta época, comenzó con verdadero furor su política de subvenciones de carácter excluyente que en nada tiene que envidiar a la que hoy practica Compromís. La inmersión lingüística durante esos años campaba a sus anchas y el adoctrinamiento y falsificación de la historia, como la falsa teoría de la Repoblación catalana del Reino de Valencia, el falso origen catalán de la lengua valenciana o los continuos ataques a la unidad nacional y a la Corona eran una constante en los centros públicos de la Comunidad Valenciana.

Pero de esta época, quedémonos con lo fundamental de su presidencia, que es la reforma estatutaria del 2006, pactada con el PSPV-PSOE. En ella, nos podemos encontrar varias cosas que marcan el futuro devenir político de nuestra Región. La primera de ellas es que, en dicha reforma, se blinda la catalanista AVL en el artículo 6, así como su Ley de Creación, siendo necesarios 2/3 de las Cortes Valencianas para proceder a su derogación o modificación. Se dice en dicha reforma que sólo el idioma valenciano es la lengua propia de los valencianos (volvemos a insistir en que lo de idioma valenciano es una absoluta falsedad mientras esté la AVL como ente normativizador, por lo tanto, es catalán puro y duro), excluyendo de ese carácter al español o castellano, que es la otra lengua propia de la Región. Se incluye, a imagen y semejanza del Estatuto catalán del 2006, que la Comunidad Valenciana es una “nacionalidad histórica”. Se mantiene el Preámbulo del Estatuto del 82, donde se dice que la denominación moderna de nuestra Comunidad es la de “País Valenciano”. Se incluye la Cláusula Camps en su Disposición Adicional Segunda, que no es otra cosa que un elemento de insolidaridad con el resto de los españoles, pues no es otra cosa que un instrumento de vaciamiento de competencias del Estado. Además, tanto la Generalidad Valenciana como las Cortes Valencianas pierden su acepción oficial de “Valenciana” (para no distinguirlas de las catalanas) y apuesta el Estatuto por el monolingüismo en el modo de llamar a estas instituciones, por lo tanto, ya no es Comunidad Valenciana/Comunitat Valenciana, sino sólo Comunitat Valenciana. Ya no son las Cortes Valencianas/Corts Valencianes, sino Les Corts. Ya no es Generalidad Valenciana/Generalitat Valenciana, sino sólo Generalitat. Además, en el artículo 59.4, se incluye una concesión más al pancatalanismo, que no es otra que “la Comunidad Valenciana mantendrá especial relación de cooperación con las Comunidades Autónomas vecinas que se incluyan en el Arco Mediterráneo de la Unión Europea”.

Pero, además de ese blindaje de todo el entramado pancatalanista en la reforma estatutaria, dicha reforma contiene varios elementos de concesión a la progresía, al feminismo y al marxismo cultural. Talmente, se puede advertir en la misma que todo el texto está lleno con el mal llamado lenguaje inclusivo, pues en todo el texto se ve la expresión “valencianos y valencianas”, “ciudadanos y ciudadanas”, “los consellers y les conselleres”, etc. Asimismo, estatutariza, en el artículo 10.3, el “derecho a la protección social contra la violencia de género”, el “derecho de acceso a una vivienda digna a las mujeres maltratadas” (excluyendo a los hombres maltratados), en el artículo 16, así como los “derechos y atención social de los inmigrantes residentes en la Comunidad Valenciana” en el art. 10.3.

Por si fuese poco, en el art. 69 se establece el Servicio Tributario Valenciano, un remedo de Agencia Tributaria a imagen y semejanza de lo establecido en la reforma del Estatuto catalán, o el Consejo de Justicia en el art. 33.3 a modo y semejanza del catalán y con peligrosos objetivos de suplantar las funciones del Consejo General del Poder Judicial para romper lo que establece la Constitución, que no es otra cosa que el Poder Judicial es unitario en toda España.

Pero, además, por si fuese poco, Francisco Camps nos obsequió en aquellos años con el establecimiento de chiringuitos feministas y progres al servicio de la ideología totalitaria de la izquierda. Por ejemplo, mediante Decreto 20/2004 del Consell de 12 de febrero, se crea el Observatorio de Género de la Comunidad Valenciana, el cual, según el Preámbulo del Decreto, debe orientar sus políticas a la “perspectiva de género”, “estudiar y hacer visibles las diferencias de género”, y, según el artículo 2, teniendo como uno de los objetivos “profundizar en el estudio e investigación sobre la realidad social desde una perspectiva de género”. De la misma manera, creó mediante el Decreto 52/2004 el Foro de la Comunidad Valenciana contra la Violencia de Género y personas dependientes en el ámbito de la familia, otro chiringuito feminista más para mayor gloria de la izquierda progre.

Pero, por si fuese poco, mandó a Esteban González Pons en un viaje a Barcelona en 2005 a pactar un Dictamen de la AVL con representantes de ERC, CiU y PSC que “es un hecho que en España hay dos denominaciones legales para designar esta lengua, la de valenciano y la de catalán”.

No se debe olvidar tampoco que, en el momento presenta su dimisión en el 2011, en el apartado económico, deja la Comunidad más endeudada de toda España, con un déficit del 5,4%, emitiendo bonos “patrióticos” como lo hacía la Generalidad Catalana del inefable Montilla, con una deuda que superaba los 20.500 millones de euros y como la tercera, en aquel momento, en número de parados por detrás de Cataluña y Andalucía. Además, no debemos olvidar que, bajo su mandato, se produjo el expolio y quiebra de las instituciones financieras de la Comunidad Valenciana como eran las tradicionales Cajas de Ahorro, financiando proyectos faraónicos que, después, el Consell no tuvo cómo afrontar su financiación, así como la venta a precio irrisorio del Banco de Valencia, Bancaja y la CAM.

Esta es la herencia de Francisco Camps. Su apellido, Camps, se escribe con C de Catalanismo y Corrupción. Y ningún partido viejo debería desear su vuelta ni ningún partido nuevo la incorporación a filas de este personaje, que sólo haría que embarrar la imagen de toda formación política que lo llevase en listas.