Sr. Director:

La crisis de liderazgo en el mundo occidental inquieta mucho, en una coyuntura llena de incertidumbre, y no sólo por la pandemia vírica. Hay demasiados silencios y no pocas mentiras, exigencias ilógicas de lo políticamente impuesto (antes correcto). Está pasando factura la primacía de lo emocional, en gran medida consecuencia del predominio de los medios de comunicación audiovisuales. Pero la raíz es más honda, y aparece y reaparece en la multitud de ramas de un árbol frondosísimo.

No sirve de nada lamentarse. Pero hay casos, como el de Hong Kong, que merecen alertar del peligro, justamente para evitar lamentaciones en el futuro, como sucedió con la miopía occidental, especialmente francesa y británica, apenas un año antes de la segunda guerra mundial.

No sé por qué, pero la anexión antijurídica de Hong Kong por parte de Pekín me recuerda la invasión de Polonia, que acabó desencadenando la demoledora conflagración mundial. La comunidad internacional cuenta hoy con más medios que entonces, gracias a la ONU y, a pesar de su peculiaridad, a los procesos de Núremberg. Pero es preciso activar esos instrumentos antes de que sea demasiado tarde.

Lo he pensado al leer en Le Monde la entrevista a lord Chris Patten, el último gobernador británico de la antigua colonia, rector hoy de la universidad de Oxford. Con cierta nostalgia, quien gestionó el traspaso de la colonia considera que el Reino Unido subestimó la fuerza de su posición respecto de Pekín. La imposición de la ley de seguridad demuestra que no se puede confiar en las autoridades de China. Desde entonces, se han sucedido las operaciones policiales represivas, la última el 21 de julio, para impedir los actos conmemorativos de la manifestación pro-democracia del año precedente, atacada violentamente por grupos pro-gubernamentales.