Sr. Director: Quienes tuvimos la suerte de compartir su amistad recordamos la intensidad de su vida con la generosidad como virtud sobresaliente. Contagiosa, porque  era un camino a seguir a los que le conocimos jóvenes y él con juventud acumulada como solía decir. Pudimos ver cómo en su vida su única preocupación eran los demás y nunca su propio yo. Le apasionaban todas las causas nobles que fueran para mejorar su Pamplona, su Navarra, Las Españas y el mundo entero. Siempre que podía  daba dinero (mucho a lo largo de su vida), tiempo (muchísimo) y hacía publicidad (era un comercial permanente y multidisciplinar) de todo aquello que mereciera ser apoyado. Era en definitiva un apóstol de todas las causas que consideraba buenas.  Páter familias apasionado de su mujer Marigena y sus nueve hijos y  nietos. Farmacéutico con botica y presidente del colegio profesional en Navarra. Pamplonés castizo  que tarareaba todas y cada una de las piezas habituales de la Pamplonesa.  Un caballero del reino de Navarra que a falta de espada usaba la dialéctica para defender ante propios y ajenos la foralidad en toda su intensidad como ejemplo de lealtad para el resto de España.  Cambadés por matrimonio, disfrutaba del terruño buscando la paz y descanso del guerrero en verano.  Hidalgo de las Españas y cristiano viejo. Amor profundo a la Iglesia sin clericalismos ni angelismos. Un modo de vivir cristiano  alegre, natural y optimista, sin agonías ni rigideces. Era Quijote pero era Sancho, buscaba un orden social cristiano pero sabía que para hacer propaganda había que rascarse el bolsillo y dedicar tiempo, y era el primero en hacerlo y en pedirlo. Un optimismo vital inquebrantable tan grande como su fuerte personalidad. ¿Fuerte carácter y genio? Sin duda pero en una expresión muy suya, un cachondo mental. Alegre y bromista como pocos era asiduo a las sobremesas con canciones y guitarras donde se arrancaba con divertidas canciones con un pacharán en la mano Por todo ello es natural que una de sus pasiones fuera el carlismo que bebió desde la cuna (nacido en la plaza del castillo por cierto)  y nunca abandonó. De hecho siempre soñó con la unidad del carlismo, de todo el carlismo. Militó en la AET, en Unión Carlista (Regencia de Estella) y fue uno de los artífices de que en 1986 varias organizaciones refundaran la Comunión Tradicionalista Carlista. A modo de enseñanza le gustaba repetirnos a los más jóvenes cómo el compromiso es con lo esencial y a adquirir el olfato carlista con independencia de las formas externas que pueden cambiar con el tiempo. Y saber que al margen de las personas concretas que pueden fallar los principios no. Para hacernos entender nos contaba muchas anécdotas y chascarrillos, como el  de aquel viejo carlista gallego que le venía a decir algo así cuando él era joven: "migueliño, en la próxima sicheja, nos al altar, mais los curas, a la puerta de la iglesia". No entendía una vida plena sin compromiso y sin hacer sociedad civil al margen de las ataduras del poder político, del estado y frente a un individualismo que nos hace frágiles frente a los abusos del poder. Por eso se comprometió en todo lo que pudo, colegios profesionales y todo tipo de asociaciones civiles, culturales, costumbristas,  apasionado de los medios de comunicación e incluso hizo sus pinitos como empresario. No era un doctrinario ni un teórico sino una encarnación de aquello en lo que creía. Un pater familias realista, un cristiano comprometido y un carlista práctico. Descanse en paz, Miguel Garísoain. Gracias por tu ejemplo. Adolfo Alústiza