A veces, el mejor retrato de situación llega de declaraciones que aspiran a cualquier cosa menos a pasar a la historia. Por esa razón es ilustrativo y lúcido lo que ha dicho este viernes el primer ministro belga, Charles Michel, tras la mini cumbre europea sobre Grecia, en la que Merkel ha llevado la voz cantante, Michel ha dicho: "La reunión no me ha gustado y se ha constatado que no podía llevar a ninguna toma de decisiones". Vamos, que Grecia -en otras palabras- se estanca como un dolor de muelas en toda regla.  El neocomunista Tsipras (en la imagen) sigue echándole morro para no concretar, que viene a ser lo mismo que disimular sus propias mentiras, y en la otra parte, Alemania no cede un ápice respecto a sus germanos criterios (a ella, Alemania, le va bien así). En las cumbres europeas, aunque sea como en el rosario de la aurora y aunque sean minis, siempre se solía llegar a algo.

El tira y afloja sigue y 'lo que te rondaré, morena'. Pero como en todo pulso, el brazo a torcer se puede romper. La consecuencia más negra es que ya se está perdiendo el miedo a hablar a una posible salida de euro, lo cual sería catastrófico para Grecia y malísimo para el resto de Europa.

Dice ahora Tsipras que recibirá los fondos económicos que necesita cuando traslade al Eurogrupo una lista detallada de las reformas económicas pensadas para los próximos meses. ¿No les suena como un deja vu? O sea, estamos en marzo y lo que ha confirmado Tsipras es exactamente más de lo mismo sobre compromiso asumido en febrero para ampliar el rescate. De eso depende que se reanuden las negociaciones con la troika (Comisión Europea, BCE y FMI), por mucho que, abusando del eufemismo, en Atenas se le llame ahora 'grupo de Bruselas'. Todo sigue igual y eso es muy peligroso.

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