Sr. Director:
El modelo ideal exigible a los políticos viene a diferenciarse del actual en numerosos aspectos, muchos de los cuales son recriminables debido a la situación por la cual atraviesa España; la unidad y colaboración entre las formaciones políticas capaz de liderar un proyecto que le otorgue al ciudadano una posibilidad de salir algo más aliviado de la crisis económica parece sencillamente, una utopía. 

La meta común parece no ser la misma y eso causa la sensación de que cada uno sigue un trayecto diferente para lograr objetivos distintos.

Toda esta sinrazón nos marca nuestra propia dirección, con un más que legitimo boicoteo a cualquier acto de soberbia engendrado en la mayoría parlamentaria tanto, como deslegitimar públicamente a quienes no asuman sus compromisos con la sociedad adquiridos por votación popular.

Sin un acuerdo común de las formaciones políticas representativas de la ciudadanía, no será posible definir un gran proyecto para erradicar los problemas a la sociedad de la que formamos parte. El lenguaje no es solo un medio para comunicarse, sino el medio con el cual se pueden crear relaciones de conveniencia en los momentos precisos; proteger la calidad de vida y el bienestar del país que se gobierna -poder y oposición- exige sacrificios que los ciudadanos son los primeros en sentir a diario desde que comenzó la crisis a final de 2007.

Fomentar y actualizar remedios que surtan efectos de manera inmediata son rasgos evidentes de un buen gobernante, no solo por los dichos populares "por tus actos te recordarán" se muestran proclives a dar por sentado que el trabajo bien hecho dará el resultado que rentabilice el esfuerzo y eso, parece no tenerlo en cuenta el actual presidente, a la vista de los hechos.

Pruebas no faltan, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, parece haberse escondido de los medios para sortear la lluvia de preguntas a las que podía enfrentarse con los periodistas y no caer en el más que posible error, de meter la pata como acostumbran tanto ella, como sus más estrechos colaboradores del Ejecutivo. Sin duda, una sabia decisión la de no querer ahondar más en la herida abierta a la sociedad con las injustificadas acciones de un Gobierno venido a menos. Solo cabe esperar que tras la aparente conducta de serenidad que quieren contagiar a los españoles, empiecen a construir un proyecto a la medida de sus necesidades.

El Gobierno del Sr. Rajoy tiene la atención más puesta en satisfacer los relicarios impositivos de Bruselas que en profundizar hacía una política de crecimiento en el empleo. Una retahíla de promesas enmarañadas bajo las cuales esquivar el malestar de la ciudadanía ante un nuevo programa de reformas; ya vendrán las subidas del transporte público tras la tasa a los carburantes y las profecías del presidente quedarán obsoletas por la doctrina del testamento de austeridad impuesto por Alemania.

Actitudes difusas y palabras incoherentes son el resultado de una política errónea, las estrategias son sin embargo, algo común de la clase política dirigente -y oposición-, a pesar del resultado inconcluso que potencian, como un plan anual con el que revisar la utilidad de sus reformas -Reforma Laboral-.

Parece no tener demasiado el Gobierno con las estadísticas de la EPA, ni les vale contabilizar una y mil veces el número de desempleados, para darse cuenta de algo que se veía indefendible; a esta infumable cuestión se añade el nombre raro de una Ley de desindexación -toma palabra-, con la que los salarios de los trabajadores públicos dejarán de calcularse según el IPC reinante.

Más podríamos llamar desafección lo que irradian sus previsiones a fin de legislatura, diseñadas y redactadas para satisfacer a quienes devoran las pocas presunciones de crecimiento -¿fórmula "troikiana"- hasta no obtener el permiso adecuado para comenzar a avanzar, sin antes no dar el visto bueno a las nuevas medidas de austeridad y reformas.

Y es que, según las previsiones, llevamos una década desde que España bajo la cabeza y casi dos años con una política de crecimiento a menos cero –mayor desempleo y menos cotizantes- con el peligro añadido en lo relativo a las pensiones de jubilación y al deterioro de la calidad de vida, penurias domésticas o inestabilidad social palpable. No sirve de demasiada alegría el ver cómo las exportaciones van al alza, no puede significar otra cosa que la competitividad de nuestro mercado es posible gracias al abaratamiento de la mano de obra, algo que a medio plazo -2016- resultará sumamente insufrible por el aumento de los precios, la agresividad de los mercados y los salarios por debajo de la media del continente, cosa nada rara por otra parte acostumbrados a estar en las últimas posiciones del ranking europeo de salarios interprofesionales.

A pesar de todo, algunos representantes del Partido en el poder -Sra. Aguirre-, se manifiestan gratamente complacidos por el aumento de jóvenes que emigran en busca de un futuro al que aquí no tienen acceso; será porque de esa forma las listas de desempleados disminuyen pues de no ser de esa manera, qué razón tienen para alegrarse de la marcha de profesionales bien formados a costa del peculio público, del que ahora tan sólo se beneficiarán los países de destino. Por buscar un ejemplo mediático, podíamos referirnos a la actual generación política como "ni-ni" de igual manera, ni hacen lo que dijeron, ni tienen suficiente valor para emprender cambios en su política, aunque para ello, deban enfrentarse a los organismos de la UE de una vez por todas.

Se limitan a mantenerse en su postura intransigente. "No voy a hacer ningún cambio en el Gobierno", dice el Sr. Rajoy, aunque mucha gente no lo crea ante el aluvión de propaganda a la que después dio marcha atrás como: "No voy a tocar las pensiones" y ahora, parece tener la tijera en las manos para romper los pactos esperando el consenso de todas las formaciones políticas y agentes sociales.

Paciencia es lo que ya no le queda al ciudadano, ni apariencia de esperar acontecimientos que puedan resultar tardíos; el mero hecho de sacar a la luz unas predicciones pesimistas nos alberga la inquietud de con ello, esconder la posibilidad de que incluso estás, parezcan optimistas en 2015.

La meta común parece no ser la misma y eso causa la sensación de que cada uno sigue un trayecto diferente para lograr objetivos distintos.

Toda esta sinrazón nos marca nuestra propia dirección, con un más que legitimo boicoteo a cualquier acto de soberbia engendrado en la mayoría parlamentaria tanto, como deslegitimar públicamente a quienes no asuman sus compromisos con la sociedad adquiridos por votación popular.

Sin un acuerdo común de las formaciones políticas representativas de la ciudadanía, no será posible definir un gran proyecto para erradicar los problemas a la sociedad de la que formamos parte. El lenguaje no es solo un medio para comunicarse, sino el medio con el cual se pueden crear relaciones de conveniencia en los momentos precisos; proteger la calidad de vida y el bienestar del país que se gobierna -poder y oposición- exige sacrificios que los ciudadanos son los primeros en sentir a diario desde que comenzó la crisis a final de 2007.

Fomentar y actualizar remedios que surtan efectos de manera inmediata son rasgos evidentes de un buen gobernante, no solo por los dichos populares "por tus actos te recordarán" se muestran proclives a dar por sentado que el trabajo bien hecho dará el resultado que rentabilice el esfuerzo y eso, parece no tenerlo en cuenta el actual presidente, a la vista de los hechos.

Pruebas no faltan, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, parece haberse escondido de los medios para sortear la lluvia de preguntas a las que podía enfrentarse con los periodistas y no caer en el más que posible error, de meter la pata como acostumbran tanto ella, como sus más estrechos colaboradores del Ejecutivo. Sin duda, una sabia decisión la de no querer ahondar más en la herida abierta a la sociedad con las injustificadas acciones de un Gobierno venido a menos. Solo cabe esperar que tras la aparente conducta de serenidad que quieren contagiar a los españoles, empiecen a construir un proyecto a la medida de sus necesidades.

El Gobierno del Sr. Rajoy tiene la atención más puesta en satisfacer los relicarios impositivos de Bruselas que en profundizar hacía una política de crecimiento en el empleo. Una retahíla de promesas enmarañadas bajo las cuales esquivar el malestar de la ciudadanía ante un nuevo programa de reformas; ya vendrán las subidas del transporte público tras la tasa a los carburantes y las profecías del presidente quedarán obsoletas por la doctrina del testamento de austeridad impuesto por Alemania.

Actitudes difusas y palabras incoherentes son el resultado de una política errónea, las estrategias son sin embargo, algo común de la clase política dirigente -y oposición-, a pesar del resultado inconcluso que potencian, como un plan anual con el que revisar la utilidad de sus reformas -Reforma Laboral-.

Parece no tener demasiado el Gobierno con las estadísticas de la EPA, ni les vale contabilizar una y mil veces el número de desempleados, para darse cuenta de algo que se veía indefendible; a esta infumable cuestión se añade el nombre raro de una Ley de desindexación -toma palabra-, con la que los salarios de los trabajadores públicos dejarán de calcularse según el IPC reinante.

Más podríamos llamar desafección lo que irradian sus previsiones a fin de legislatura, diseñadas y redactadas para satisfacer a quienes devoran las pocas presunciones de crecimiento -¿fórmula "troikiana"- hasta no obtener el permiso adecuado para comenzar a avanzar, sin antes no dar el visto bueno a las nuevas medidas de austeridad y reformas.

Y es que, según las previsiones, llevamos una década desde que España bajo la cabeza y casi dos años con una política de crecimiento a menos cero –mayor desempleo y menos cotizantes- con el peligro añadido en lo relativo a las pensiones de jubilación y al deterioro de la calidad de vida, penurias domésticas o inestabilidad social palpable. No sirve de demasiada alegría el ver cómo las exportaciones van al alza, no puede significar otra cosa que la competitividad de nuestro mercado es posible gracias al abaratamiento de la mano de obra, algo que a medio plazo -2016- resultará sumamente insufrible por el aumento de los precios, la agresividad de los mercados y los salarios por debajo de la media del continente, cosa nada rara por otra parte acostumbrados a estar en las últimas posiciones del ranking europeo de salarios interprofesionales.

A pesar de todo, algunos representantes del Partido en el poder -Sra. Aguirre-, se manifiestan gratamente complacidos por el aumento de jóvenes que emigran en busca de un futuro al que aquí no tienen acceso; será porque de esa forma las listas de desempleados disminuyen pues de no ser de esa manera, qué razón tienen para alegrarse de la marcha de profesionales bien formados a costa del peculio público, del que ahora tan sólo se beneficiarán los países de destino. Por buscar un ejemplo mediático, podíamos referirnos a la actual generación política como "ni-ni" de igual manera, ni hacen lo que dijeron, ni tienen suficiente valor para emprender cambios en su política, aunque para ello, deban enfrentarse a los organismos de la UE de una vez por todas.

Se limitan a mantenerse en su postura intransigente. "No voy a hacer ningún cambio en el Gobierno", dice el Sr. Rajoy, aunque mucha gente no lo crea ante el aluvión de propaganda a la que después dio marcha atrás como: "No voy a tocar las pensiones" y ahora, parece tener la tijera en las manos para romper los pactos esperando el consenso de todas las formaciones políticas y agentes sociales.

Paciencia es lo que ya no le queda al ciudadano, ni apariencia de esperar acontecimientos que puedan resultar tardíos; el mero hecho de sacar a la luz unas predicciones pesimistas nos alberga la inquietud de con ello, esconder la posibilidad de que incluso estás, parezcan optimistas en 2015.

Juan Antonio Sánchez Campos