Decíamos ayer que Fátima, la primera de las tres revelaciones marianas contemporáneas que analiza el libro Madre de Dios y Madre nuestra, esto es, la aparición de la Virgen a los tres pastorcillos en Cova de Iría inaugura los mensajes marianos con sabor apocalíptico. En ellos, la Virgen no deja de repetir que el mundo, y, ¡ay!, la propia Iglesia, van por el camino de la perdición y que la paciencia de Dios ya no puede detener el paso desde la misericordia a la justicia divina. Lo cual, puede no resultar agradable.

Pues bien, la segunda aparición reseñada de forma amplia en la obra de Santiago Lanús es Ámsterdam. Sinceramente, antes de haber leído la primera edición argentina de esta obra, yo ni había oído hablar de Ámsterdam. La madre de Dios se aparece a la holandesa a Ida Peerdeman bajo la advocación de Nuestra Señora de todos los Pueblos. Las apariciones tienen lugar entre 1945 -aún inconclusa la II Guerra Mundial, durante el llamado invierno del hambre- y 1996, con el mismo guión de Fátima: la urgencia a la conversión y a la penitencia. Y con una demanda: la Virgen pide que se declare el quinto dogma mariano: María corredentora, medianera y abogada. Aunque Juan Pablo II prestó mucha más atención a Fátima que a Ámsterdam (por razones obvias: el atentado contra su vida tuvo lugar un 13 de mayo), lo cierto es que ordenó analizar la posibilidad de ese quinto dogma mariano: el de María corredentora. Pero la Iglesia se toma las cosas con tiempo y Karol Wojtyla se murió sin poder implementar -¡qué hortera es esto de implementar- su deseo. Sin embargo, la petición de Nuestra Madre a la vidente de Ámsterdam ahí quedó.

Importante: las apariciones de Ámsterdam, al igual que las de Fátima, fueron aprobadas por el Magisterio y reconocidas como sobrenaturales (como ciertas, para entendernos). Mañana veremos que no ha ocurrido así con Garabandal ni, al menos por ahora, con Medjugorje. El hecho de que tanto la aldea cántabra -en su momento- como el pueblecito bosniocroata -en la actualidad-, hayan tenido más influencia entre los fieles que Ámsterdam no tiene nada que ver.

En cualquier caso, la especificidad de Ámsterdam son los muchos acontecimientos que Nuestra Señora predice con años de antelación, entre otros el Concilio Vaticano II o incluso la llegada del hombre a la luna, pasando por la reunificación alemana o la revolución maoísta. Todo ello con testigos cualificados advertidos por Ida Peerdeman.

Dentro de este análisis sociológico, la Virgen interpreta la corrupción como germen de violencia y de guerra. Por decirlo así, Ámsterdam sería la aparición más 'macro', más social, de todas, pero el mensaje es el mismo: urge la conversión del hombre, que ha dejado de ser necesaria para convertirse en urgente, porque el tiempo se acaba. Como siempre ocurre con las revelaciones privadas hay que distinguir entre el tiempo de Dios y el tiempo de los hombres.

Ámsterdam es la aparición más desconocida pero una de las más dilatadas en el tiempo y una de las más sorprendentes por sus profecías, que se han ido cumpliendo con rigurosa puntualidad. Y, también, la revelación que tenía por instrumento a la vidente con más edad de todas las contemporáneas.

Además, Ámsterdam está poco 'reconocida', en comparación con otras apariciones marianas. Por decir algo, el mensaje de las apariciones en Akita (Japón) se parecen a Fátima mientras el de las revelaciones en Kibeho (Ruanda) son conexas como las de Garabandal… y el libro Madre de Dios y Madre nuestra habla de todas ellas.

En nuestra próxima edición hablaremos de Garabandal, la más controvertida, más apocalíptica y la más clara y dura de todas las apariciones, a la que la obra dedica la atención más prolija.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com