Prometo que nunca jamás había oído hablar ni de esta revista, First Things, ni leído a este autor, Martin Grichting, pero créanme que merece la pena perder cinco minutos en despachar su artículo, lúcido como he visto pocos, titulado "El mensaje fatal del activismo sinodal” (VER DOCUMENTO ADJUNTO). Intentaré resumirlo a lo periodístico: desde el Concilio de Trento, la Iglesia eran los curas y los laicos los subordinados que colaboraban con la clerecía bajo el paraguas de cada parroquia. El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium) revaloriza a los laicos, que también son Iglesia, porque la llamada a la santidad es universal para hombres y mujeres, clérigos o seglares, altos y bajos y hasta guapos y feos. 

Pero mucho me temo que el Vaticano II constituye uno de los concilios menos leídos y peor interpretados. Y así, mediante una curiosa llamada a la participación de los fieles, a la Iglesia parlamentaria, democrática, abierta, lo que se pretende crear con este Sínodo de la Sinodalidad que comienza en octubre, no es sino una enorme parroquia global dirigida por curas y en la que colaboran -diálogo, ante todo diálogo- todos los laicos... en calidad de monaguillos. 

Primer fruto del Sínodo: el Opus Dei, ejemplo señero de la Lumen Gentium del Vaticano II, ¡reconvertido en clerical!

Es decir, que el Sínodo de la muy sinodal Sinodalidad, bajo el pretexto de modernidad democrática, no supone sino un regreso al peor de los clericalismos: el clericalismo global.  Menos mal que, por el momento, el Sínodo ha ocupado más páginas y más pantallas de la prensa clerical que laicos se han enterado ni de su existencia y los que han colaborado son los de siempre: católicos progres que pretenden cambiar la Iglesia, que no debe cambiar sino mejorar, no la doctrina, que es inmutable. 

Y por todo esto resulta tan peligroso convertir al Opus Dei en una asociación clerical. Semejante contradicción es fiel reflejo de la contradicción general del Sínodo de la Sinodalidad: convertir a los laicos en apéndices de los curas en un lamentable regreso al clericalismo. Insisto, al peor de los clericalismos: el clericalismo global. Porque San Josemaría se adelantó a la Lumen Gentium no menos de 40 años, cuando exigía a todos los seglares, de cualquier profesión o condición, “sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”. 

Pero mejor lean el artículo, que explica el Sínodo con una lógica histórica indiscutible. 

La sinodalidad se vende como parlamentarismo democrático pero no es más que una triste vuelta al clericalismo

Además, este artículo nos sirve para aprender cómo se debe discrepar del Papa Francisco: con firmeza y con respeto filial, todo a un tiempo. Interesante lección porque, visto lo que veo, parece que para algunos criticar a Francisco se ha convertido en una cuestión personal y algo vitriólica: parecen olvidar que este papa es el Papa y que el vicario de Cristo en la tierra no tiene la obligación de caernos simpático. 

Eso sí, los católicos debemos aprender cómo hay que discrepar del Papa Francisco

Pero sí, el Sínodo de la Sinodalidad me parece un gan error.