Como ya estoy un poco agotado de que cada vez que escribo sobre el Papa Francisco me digan de todo menos bonito, voy a repetir lo que acabo de leer.

Lo cuenta Margarita de Llano en su nueva obra, titulada La Inmaculada en el Reino Nuevo, el cuarto libro de revelaciones de Cristo a esta madrileña, no reconocida por la jerarquía madrileña pero sí por mí (¡oh!, no me han nombrado obispo, el mundo es injusto). Y dice lo siguiente, según una locución de cinco años atrás, en 2016: Francisco es un Papa "imprudente... pero por eso mismo se atreve a coger las riendas de la Iglesia en este momento tan difícil, donde nadie quiere cogerlas".

Y por si no ha quedado claro: "El Papa es imprudente en muchas de sus declaraciones... pero es el Papa auténtico". 

Y sí, Francisco sufre mal de altura -ruedas de prensa en el avión- pero actúa con rectitud de intención. Asegura Francisco que cada vez que inicia una rueda de prensa a la vuelta de cada uno de sus viajes, siente como si le estuvieran arrojando al foso de los leones. Pues, con todo cariño, Santidad, hay muchos oyentes que sufrimos agobios de similar cariz y, como dicen en Navarra, "con mucho corro".

Y más. "Para quitarle de enmedio... a Francisco se le organizará un cisma". Y ahora cerramos el círculo: "quien quita al Papa ilícitamente, coloca en su lugar a alguien que no es Papa. Y este es el cisma". Insisto en la definición de profecía pero uno juraría que es una descripción detallada de lo que puede suceder en la Vaticano mañana mismo o nunca jamás... dependiendo de lo que hagamos cada uno de nosotros aquí y ahora.

Antes de criticar al Pontífice conviene recordar que no vivimos "una era de cambios sino un cambio de era"

Buen momento éste para recordar que las profecías no se hicieron para predecir sino para convertir. Entre otras cosas porque el futuro no es un niño en las rodillas de los dioses sino una mezcla de dos elementos: de la voluntad de Dios y de la libertad del hombre. O sea, de nuestra oración y de nuestra actuación. Fue Alfonso de Ligorio quien sentenció que Dios ama más la libertad del hombre que los ruegos de Su Madre. Lo mismo que revelaba Teresa Cepeda, cuando detallaba aquella inquietante revelación divina: "Yo quería, Teresa, pero los hombres no han querido".

A lo mejor es el momento de indicar que 'mi' Papa es San Juan Pablo II y que la ortodoxia de Benedicto XVI, alumno aventajado de Karol Wojtyla me parece encomiable. Y que Francisco no es un personaje por el que sienta especial atracción.  

¿Y qué? ¿De qué sirve mi opinión? Salvo futbolística, donde mi parecer es canónico -soy del Real Oviedo desde mi más tierna infancia-, bien puedo equivocarme. No creo que mis filias y mis fobias influyan un adarme en la historia del Cuerpo Místico. Pero tampoco creo que centrar en el Papa Francisco los males de la Iglesia sea bueno, ni cierto, ni justo... ni eficaz. Es el Papa y hay que sostenerle a cualquier precio.

Es más, días atrás tuve una frase desafortunada (y eso que no había bebido). Dije que los males de la Iglesia están "dentro y arriba". Si hablamos del probable cisma, cuyo rabo ya se deja ver, por ejemplo entre los obispos alemanes, sin duda iba bien encaminado. Pero lo cierto y verdad es que Francisco, con toda su imprudencia, busca a toda costa que la Iglesia no se rompa... porque él también es consciente de que no vivimos "una era de cambios sino un cambio de era". De otra forma, su libro favorito, el que más regala a sus visitas, no sería Señor del Mundo, que no es otra cosa que una apasionante novela sobre el Anticristo... escrito hace más de 100 años con un impactante estilo profético. Vamos que el bueno de Robert H. Benson pareciera haber vivido la era de la globalización. 

Que no, que no hay que criticar a Francisco sino rezar por el Papa. Primero porque es el Papa. Segundo, porque la apostasía generalizada del siglo XXI, la mayor crisis de la historia de la Iglesia, no es culpa de Bergoglio sino de todos y cada uno de nosotros. 

Sí, es verdad que la curia guarda un silencio doloso ante la extensión de la profanación y que además de la soberbia de los prelados alemanes nos encontramos con obispos italianos en cruzada contra la Eucaristía, como si fueran servidores del Nuevo Orden Mundial (NOM) cristófobo, y con prelados hispanoamericanos que rondan el sacrilegio y obispos españoles empeñados en un silencio cobardón y políticamente correcto que produce vértigo. 

Pero ojo, todos somos culpables de este ateísmo práctico y del imperio de la blasfemia contra el Espíritu Santo, que es la marca de fábrica del siglo XXI. 

El cisma vendrá acompañado de una campaña de profanación eucarística

En cualquier caso, mejor evitar el cisma que sufrirlo. Y no olviden que el cisma vendrá acompañado de una campaña de profanación eucarística y tiene por objeto la profanación de la desolación: cambiar la Eucaristía por un nuevo rito de entronización de Satán o, si lo prefieren, de la adoración al Anticristo.

Además, no olviden que Jorge Bergoglio es argentino... para bien y para mal. Y encima jesuita. no lo digo por él sino por la curia jesuita -jesuítica- que le rodea (¿le agobia?).

En resumen: sí, Francisco es imprudente, y a lo mejor un desastre como pontífice, pero es el verdadero Papa y hay que sostenerle a cualquier precio. Por ejemplo, accediendo a su petición de rezar por él. Quien le conoce desde tiempo atrás, desde Buenos Aires, asegura que desea renunciar, como hiciera Benedicto XVI. Pero eso podría precipitar los acontecimientos. Desde luego, la solución no está en los sedevacantistas sino en el Maranatá (Ven Señor Jesús).