José Valentísimo es una de las jaculatorias que se rezan a San José, el esposo de María y padre adoptivo de Cristo, en su novena, que hoy finaliza.

Y lo era y lo es: valiente y leal contra toda apariencia, que es el acabose de la lealtad. Con San José puede decirse, en serio, lo que irónicamente se aseguraba de Francisco Álvarez Cascos: vuelve el hombre.

Varones, imitad al valentísimo José: no conocemos ni una sola queja salida de su boca. Y mira que tenía motivos...

Y ya es hora de que vuelva, porque contra tanta histeria feminista necesitamos volver a valorar, ya no digo la paternidad, sino los valores de la masculinidad, de la virilidad, algo tremendamente necesario a día de hoy.

José, descendiente del Rey David, tenía la gran virtud del varón, la fortaleza que podríamos resumir así: no quejarse.

Dios no le comunica sino que le da órdenes, en sueños. Pero José, como todos los grandes estadistas, fue un gran exégeta y la virtud del exégeta consiste en interpretar correctamente los mensajes recibidos y, con ellos, los signos de los tiempos. El arma del exégeta para interpretar correctamente no estriba en la validez de la fuente -en el caso de San José su fuente era un sueño- sino en la coherencia interna de los mensajes recibidos. Y así ha seguido siendo a lo largo de toda la historia: si el mensaje es coherente, aunque resulte inhabitual, el mensaje es cierto, si no es coherente... 

Los sueños de San José: la verdad de un mensaje está antes que nada, en su coherencia interna

Por lo que sabemos de San José tuvo una vida dura y la mayor dureza de ella no fue física sino espiritual, lo que hoy llamaríamos, con una metáfora un poco tonta, fuerza mental. Ejemplo: 'Señor, me has dicho que este es tu hijo, el Redentor del Mundo, y resulta que tenemos que huir de un reyezuelo de provincias'. Sin embargo, por confianza en Dios, San José tiene la fortaleza de ceder en su propio juicio y, encima, una vez aceptado el plan de Dios, se mueve con soltura en el nuevo escenario: coge a María y a su hijo y se marcha a tierra extranjera. Eso es masculinidad, eso es virilidad... del hombre que jamás se reprodujo y encima amó a su esposa y a su hijo, que no era su hijo biológico, como ningún otro varón haya amado a su familia. 

Otra de la característica del hombre más viril de todos los tiempos, de San José, es su silencio. Ya tenemos, en hombres y en mujeres, en Pedro Sánchez o en Irene Montero, demasiadas almas parlanchinas. ¿Se han fijado que no paran de hablar?

Una de las devociones populares más habituales sobre su figura son 'los sueños de San José'. Muchos cristianos escriben sus intenciones en papel y luego las depositan bajo su imagen. Entre ellos el Papa Francisco: "cuando tengo un problema lo escribo en un papelito y lo sitúo debajo de San José... 'para que lo sueñe'". 

Por de pronto, lo que necesitamos es que vuelva la virilidad y que la vivamos como la gran virtud que es. La necesitamos con urgencia, ante la histeria derivada del neurótico feminismo actual. Verbigracia: otra de las características del hombre más viril de todos los tiempos, de San José, es su silencio. Ya tenemos, en hombres y en mujeres, en Pedro Sánchez o en Irene Montero -los dos exponentes feministas de la España actual-, demasiadas almas parlanchinas. ¿Se han fijado que no paran de hablar?