Durante años me disgustó que la fiesta de San José, el tercer hombre, más importante de la historia, fuera jornada laboral. Afortunadamente, fue declarado jornada laboral. Se hacía para fastidiar a la Iglesia, claro está, para descristianizar el calendario, que fue lo primero que hicieron los revolucionarios franceses, los primeros y más profundos cristófobos de la historia moderna, de los cuales han aprendido todos los demás, incluidos los de la dictadura del proletariado.
Ahora no, ahora me alegro de que sea día laboral y, al mismo tiempo, día de precepto. De esta forma, los católicos tenemos que adaptar horarios y el clero... también. Y hasta puede que madrugar para ir a misa. Todo lo que obligue a valorar la Eucaristía le viene de miedo a la sociedad de 2025.
Tampoco me gustaba lo del Día del Padre. Pero ahora he comprendido que no hay mal que por -para- bien no venga (apenas me ha costado unas docenas de años darme cuenta, yo soy así de inteligente). Y esto porque desde que el feminismo es ley, coercitiva, como todas las leyes, lo del Día del Padre me gusta: hay que reivindicar la masculinidad, tan denigrada por feministas y feministos, éstos mucho mas lerdos que aquéllas, y con ella la virilidad y la paternidad.
Cuanto más viril es un varón más valora la feminidad y más respeta a cada mujer
Bastará con recordar que el esposo de María, a la que respetó en su integridad, en su virginidad, es, por ello, no a pesar de ello, el prototipo de lo masculino, condición que se caracteriza por dos virtudes que precisan de mucha valentía, ambas dos vividas en grado sumo por el patriarca: la mansedumbre y la fortaleza. La mansedumbre es muestra de humildad y recuerden que la soberbia es el mayor peligro de la masculinidad.
Respecto a la fortaleza... existen dos tipos de personas: las que se quejan y las que no se quejan. Las que tiran del carro de la sociedad son las segundas, las primeras son peso muerto. Pues bien, al igual que existen virtudes femeninas, por ejemplo, la laboriosidad o la perseverancia, existe una virtud más masculina que femenina, que es la fortaleza: no enfadarse, no quejarse, no enervarse. He dicho la fortaleza, no la fuerza bruta.
Por otra parte, cuanto más masculino es un varón más valora la feminidad y más respeta, no a la mujer, sino a cada mujer, sobre todo a las que tienen cerca, que la solidaridad con los vietnamitas es algo que siempre me ha parecido una milonga.
Feminidad y masculinidad son, ambas dos, realidades espléndidas, formidables. Los dos únicos sexos que han existido, existen y existirán... que deberían firmar un alto el fuego
En todo esto, José de Belén, constituye nuestro mejor ejemplo, nuestro modelo. Los textos sobre su persona que aparecen en el Evangelio no son muchos pero bastan para acreditarlo como un ejemplo de masculinidad, también en su castidad perfecta.
También es el Día del Padre: feminidad y masculinidad son, ambas, dos realidades espléndidas, formidables. Los dos únicos sexos que han existido, existen y existirán... que deberían firmar un alto el fuego, porque la estupidez feminista está llegando demasiado lejos.
Admirable la masculinidad, admirable la feminidad, tan distintas como complementarias. Un rompecabezas de dos piezas que encaja a la perfección: imitaciones, abstenerse.
San José es el mejor modelo de varón de toda la historia; la Virgen María es la mejor persona y el mejor ejemplo de feminidad de toda la historia. En ambos casos, con la excepción del Hijo de Dios... pero es que Ése juega en otra Liga.
San José, no es fiesta laboral y es Día del Padre: estupendo. ¡A por ello!