
¿Recuerdan el momento en el que la presidenta de una asociación de mujeres maltratadas se encaró con la ministra Ana Redondo, por los fallos en las pulseras?
Entonces, como ahora, la titular de Igualdad niega la mayor y sigue sin reconocer los fallos en los dispositivos y sin pedir, ni asumir, responsabilidades al respecto.
La consecuencia, casos como el que recoge Artículo 14, una víctima se cruza con su agresor... y el dispositivo no pita. Según la misma publicación, "la mujer, que iba en un coche acompañada de su hija y de su madre, dependiente, sufrió un ataque de pánico y recibió explicaciones erróneas de las trabajadoras del centro Cometa".
Su madre, nerviosa, empezó a insistirle en que quizá se había olvidado el dispositivo. La hija pequeña intentaba tranquilizarla desde el asiento trasero: “Mami, respira, yo estoy aquí”. Carla seguía conduciendo, tratando de alejarse unos metros para reorganizarse y evitar que su progenitora presenciara la escena. Con las manos torpes, rebuscó en el bolso hasta encontrar el aparato dentro del neceser donde siempre lo guarda. Estaba ahí. Funcionaba. Pero seguía en silencio.
Más tarde, cuando la mujer fue recogida por unas amigas, desde el centro Cometa intentaron justificar lo ocurrido: si uno está en movimiento y el otro está parado, la pulsera no pita. Pero ella conoce el sistema mejor que muchos agentes: sabe exactamente en qué punto comienza a sonar cuando él está en su casa, en el bar o sentado. “Es que ni ellos mismos saben cómo funciona la pulsera”, lamenta.










