Hablo con uno de los primero espadas del IBEX y le comento la crisis, -algunos dicen que terminal y a lo mejor no son exagerados- del periodismo, por mor de Google, el verdugo y del instrumento lamentable anti-periodístico en el que se ha convertido Google en particular y la inteligencia artificial, en general. 

Bueno, Google, además de dos cuestiones políticas que están terminado con el periodismo libre: los delitos de odio, el mejor instrumento de censura que haya inventado la humanidad y la deriva de las fuerzas progresistas, de izquierda y de derecha, que consideran a los periodistas como una lamentable e imperiosa necesidad que hay que soportar en una democracia. 

Vuelvo a los poderosos; los políticos están deseando que la prensa desaparezca, o al menos convertirla en correa de transmisión propia. Ojo, que aún temen a las redes sociales, al periodismo ciudadano, que consideran aún más incontrolable.

Los poderosos del dinero consideran lo mismo. Uno de ellos me dijo que si los dinosaurios habían perecido y el mundo había seguido adelante, tampoco pasaría nada si el periodismo continúa el camino de los elefantes. 

Pero ahora no me interesa hablar de los enemigos del periodismo. Eso ya lo hemos hecho en muchas ocasiones en Hispanidad y a medida que el veneno inunda todo el cuerpo social, habrá que seguir hablando. No, hoy me interesa hablar del otro lado de la barrera, no vaya a ser que el periodista de 2025 tenga muchos enemigos pero el principal enemigo sea él. 

Por una parte, están los editores, cuyo fatalismo alcanza niveles nunca vistos, en un estado de ánimo patológico donde se rinden sin luchar. Google les reúne el pasado 23 de septiembre, les dice que va a cerrar la página y, por tanto, los enlaces a las Web de los diarios... ¡y los grandes editores ni reaccionan! Cabe la posibilidad de que los editores se hayan vuelto idiotas.

A ver si nos entendemos: lo que les está diciendo Google es que primero les ha robado las noticias que producen, luego les ha robado los anuncios de los que vivían y ahora, con un resumencito hecho por su programa de IA, Gemini, les va a echar al cubo de los desperdicios... y los editores ni lo publican en sus páginas. Sólo algunos chalados como los de Hispanidad levantan la voz. El resto sufre síndrome de Estocolmo.

Primero Google le robó a la prensa sus noticias, luego la publicidad y finalmente, vía IA, les echa de la Red... y los editores ni mencionan el abuso. Sólo algunos chalados como los de Hispanidad levantan la voz contra el atropello. El resto sufre síndrome de Estocolmo

Los medios norteamericanos han llevado a Google a los tribunales, con la siguiente interpelación: ¿de dónde saca Gemini la información para elaborar sus resúmenes? Google responde: de todos y de ninguno, existe una elaboración propia que es sujeto de Copyright. Un sofisma, naturalmente porque, por definición, un resumen bebe de las noticias que resume. Si no hay noticia elaborada por un periodista, no hay resumen.

Ahora bien, este ataque letal contra la libertad de prensa, no sería posible si los periodistas no hubiéramos perdido el 'dominus tecum'. 

De entrada, si no hubiera ocurrido eso, los editores responderían a Google: todos, he dicho todos, los medios vamos a retirar nuestras noticias de Google que se basa en nuestras propias informaciones. Y si ustedes publican el resumencito IA les llevaremos a los tribunales porque nos están robando. El otro método ya saben cuál es: el método chino, advertir a Google que si no se porta bien se le echa del país y a correr. Y créanme, Google teme a Xi Jinping. 

Pero es posible, insisto, que los periodistas también seamos culpables de este desastre. Dos ejemplos unidos, el de William Richard Titterton, un periodista estupendo. Con decirles que su especialidad eran las canciones de taberna. Fue el subdirector que tuvo Gilbert Chesterton en su revista, The Chesterton Review.

Titterton aseguraba que "el periodismo falla cuando no relaciona la noticia del momento con la realidad eterna". La crisis del periodismo de hoy no sólo consiste en que separa tajantemente ambas realidades -la noticia y el sentido de la vida- sino que, además, las normas no escritas que dominan el quehacer periodístico han concluido que esa relación es perniciosa y atenta contra la imparcialidad del redactor, convertida hoy en estéril neutralidad.

Y todo esto puesto en relación con otro matiz olvidado: noticia no es lo nuevo, es lo que ocurre... sea nuevo o no.

Su superior, el amigo Gilbert, completaba ese periodismo sin principios que denunciaba Titterton con una de sus paradojas favoritas: "A mí no me preocupan mis escritos, pero sí mis ideas". Y eso lo decía el hombre por cuyos escritos se pagaban muchas libras en el Londres de la primera parte del siglo XX.

En resumen, Google es culpable, ciertamente, pero en esta etapa verdaderamente trágica del periodismo, a lo mejor también lo somos los periodistas, sin que esto justifique a Google ni a los miserables legisladores que han lanzado la censura de los delitos de odio o el bulo del bulo. A lo mejor, digo, también los periodistas somos algo culpables por ocuparnos de lo que pasa y no de lo que está pasando.