Ocurrió en la Dieta de Worms (1521). El emperador Carlos I de España y V de Alemania insta a aquel cura orgulloso llamado Lutero a que se retracte de sus tesis. El ensoberbecido Lutero responde: "Esta es mi postura: no puedo hacer otra cosa". La verdad es que sí que podía pero no le daba la gana hacerlo. Podía haber optado por la Kipá, por la humildad, podía haberse planteado que estaba equivocado porque su cabeza luchaba, no contra un obispo o contra una jerarquía, sino contra el Espíritu Santo que sostiene a la Iglesia.

Y no en una quisicosa sino en los dos componentes básicos del luteranismo: el libre examen y la justificación por la fe.

Lutero son dos cosas: justificación por la fe y libre examen. El primero es herético, el segundo cismático... y ambos se reproducen en los obispos alemanes de ahora mismo. ¡Qué guay!

El libre examen es que yo interpreto la revelación como me viene en gana y no tolero que nadie sepa más que yo sobre ella, la Iglesia incluida. Por eso las biblias protestantes no tienen notas.

La justificación por la fe significa que yo hago lo que me viene en gana. Verbigracia, me refocilo con la vecina del quinto pero no peco porque sigo creyendo firmemente. Por eso, el primer sacramento que suprimieron los protestantes fue la penitencia, que es el que más les fastidiaba pues es el que exige una mayor humildad: la kipá.

La kipá, o boina hebrea, es lo que se colocan los varones judíos porque algo tiene que haber que marque la separación entre la cabeza humana y la divinidad. Es la cúpula que marca distancia entre lo natural y lo sobrenatural. Lutero no vestía Kipá. Simplemente era un orgulloso insoportable y escasamente inclemente.

Era su opinión sí, pero no era inamovible. Para la gente humilde sí lo es.

Muchos obispos alemanes, no todos, los de ahora mismo, están resultando heréticos por la justificación por la fe y cismáticos por el libre examen. Pero lo peor no es eso -recuerden que son alemanes-, lo peor es que la propia Iglesia de Roma, o sea, los católicos, nos estamos protestantizando. Aceptamos del Magisterio aquello que nos gusta y rechazamos lo que nos incomoda. No nos gusta el sacramento de la penitencia (los confesionarios están criando telarañas) y aceptamos el Magisterio siempre que coincida con nuestra postura "porque no puedo hacer otra cosa".

No hay mayor soberbia que la del teólogo, hoy científico, que se aferra a su tesis porque su tesis es su propio yo. No confundamos este orgullo con la libertad ni con el discernimiento cristiano

No existe soberbia mayor que la del teólogo, hoy científico, que se aferra a su tesis porque su tesis es su yo. No confundamos este orgullo con la libertad de criterio y mucho menos con el discernimiento cristiano. En ambos casos yo no me siento dios y tiendo a desconfiar de mi propio criterio... y no siento inquietud por confrontarlo con el de otros. Pero, sobre todo, tanto libertad como discernimiento impugnan el poder al tiempo que aceptan la autoridad. Lutero no luchaba contra el poder sino contra todas aquellas autoridades que osaran contradecirle.

Sí, el peligro de protestantización de la Iglesia de Roma está ahí. Ya saben cómo terminó, casi empezó, la reforma luterana: con la Iglesia alemana partida en mil trozos, iglesias que no ofrecían consuelo, porque el consuelo procede de la autoridad... y porque tampoco se ponían de acuerdo sobre qué consuelo ofrecer... y porque en ellas pocos se sentían perdonados.