El Parlamento Europeo ha expuesto en su sede una exposición donde aparece Jesucristo rodeado de apóstoles con estética sado-masoquista. Ya saben un cristo-hortera rodeado de unos maromos con cueros negros. 

El fin es muy noble, que conste: defender los derechos LGTBI. Y miren por dónde, el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) han puesto "el grito en el cielo", según aseguran las muy objetivas crónicas del evento. Lo que le dijo mi madre a la vecina a la que habían matado al hijo en las fiestas:

-Si no sabe aguantar una broma, márchese del pueblo. 

Por cierto, el Partido Popular Europeo (PPE), ya saben, la antigua democracia cristiana, no ha abierto la boca ante la iniciativa.

No merece la pena empeñarse en demostrar la hipocresía de asegurar que una blasfemia es una defensa de derechos en un parlamento aproximadamente plural. El que no quiere ver que la intención de la exposición consistía en ofender a los cristianos es porque no quiere verla.

Eso sí, me preocupa más el intento, también desde dentro, de que el Papa Francisco ratificara la doctrina de la Iglesia sobre los homosexuales y la homosexualidad, espléndidamente resumida en tres puntos -se leen en un minuto- del catecismo vigente de la Iglesia católica, el elaborado por Juan Pablo II en 1992. Por si acaso, los repito aquí:

Punto 2357

La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1- 29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera 1 h.c. nov-15 Catecismo 2357 - 2359 Sexto Mandamiento Castidad y homosexualidad complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

Punto 2358

Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

Punto 2359

Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

En resumen, el cristianismo condena los actos homosexuales y considera que la homosexualidad es "objetivamente desordenada" pero exige que el homosexual sea tratado con respeto, compasión y delicadeza, evitando hacia ellos todo tipo de discrimnación injusta. 

Pero miren por dónde, al movimiento LGTBI no le basta con que se les respete. Por derechos, entiende que la Iglesia deba cambiar su doctrina y aplaudir la homosexualidad. Simplemente porque así lo desean.

Y luego llega el Parlamento Europeo y se dedica a blasfemar sobre la religión mayoritaria en la Europa a la que representan Sus Señorías.

Una idea, ¿Por qué no han dedicado la misma exposición y con la misma temática y con la misma orientación a Mahoma?

No pasaría nada porque el Papa Francisco, de forma explícita, recordara los puntos 2357, 2358 y 2359 del Catecismo en vigor y, además, aclarar que esta doctrina no puede cambiar.