
Jesús Colina, uno de los mejores vaticanistas -no españoles, sino del mundo mundial- que conozco, ha realizado la machada: en 72 horas ha lanzado la primera biografía de Robert Francis Prevost, el nuevo Papa León XIV. Sólo un hombre que conociera al obispo Prevost tanto como Colina podría escribir esta joyita en tiempo récord.
Conozco al autor desde hace más de 30 años y sé que para arrebatarle una falta de caridad hay que realizar un grandísimo esfuerzo de tortura física. Además, es el periodista religioso español con mayor proyección internacional, residente en Roma desde hace varias décadas. Durante muchos años siguió a San Juan Pablo II, luego a Benedicto XVI, a Francisco y ahora a León XIV. Evita las críticas personales pero jamás profiere un elogio inmerecido.
Además, el libro te lo meriendas a gran velocidad, es un antídoto contra el aburrimiento, sobre todo para los que no conocíamos a Prevost. Colina siempre hace lo mismo: elabora todo sin mácula alguna... pero se resiste a concluir: quiere que sea el lector quién lo haga.
"La Iglesia aparenta ir siempre a la zaga de los tiempos, cuando en realidad va más allá de los tiempos"
Los que le conocemos, sabemos que su apellido primero es el de 'providencial' y eso le otorga la extrañísima virtud de la ecuanimidad. Y, claro, sólo su confianza en Cristo, como a otros muchos observadores de la Iglesia contemporánea, le hace ser optimista sobre el futuro próximo, porque la verdad es que lo que se vislumbra es terrible.
Dicho esto... todo el libro de Jesús Colina sobre León XIV y todo el análisis sobre este Pontífice y lo que le espera llega en un momento crucial de la historia de la Iglesia, que puede resumirse en aquellas palabras de Chesterton en La Esfera y la Cruz, una novela con dos protagonistas: el ateo de verdad y el católico de verdad, que están dispuestos a llevar su coherencia, distinta pero idéntica, hasta la muerte. En ese escenario, dice así el devoto de María: "Cuando Italia se decide por un arte enloquecido, la Iglesia parece puritana y cuando Inglaterra enloquece de puritanismo, la Iglesia parece extraordinariamente artística. La Iglesia aparenta ir siempre a la zaga de los tiempos, cuando en realidad va más allá de los tiempos".
Concluyo: no es conveniente leer este libro; es imprescindible si quieres saber lo que está ocurriendo en la Iglesia, esto es, en el mundo. Ahora bien, el futuro de esa Iglesia y de ese mundo no depende del Papa Francisco o del Papa León, tampoco de Dios. Depende de cada uno de nosotros, seres creados libres que llevamos un cuarto de siglo huyendo de Dios.
El Pontífice norteamericano ha iniciado su pontificado con tres palabras: Dios nos quiere. Me recuerda el inicio de pontificado de Juan Pablo II: "No tengáis miedo". Han pasado 47 años entre uno y otro grito y mucho me temo que aquél era el grito adecuado para 1978 y el otro resulta igualmente adecuado para 2025. Tanto Wojtyla como Prevost han acertado de pleno.
Ahora bien, el problema del Papa León es saber si Dios mantendrá la era de la misericordia o se verá obligado, en pro de la libertad humana, a iniciar la era de la justicia. Es decir, si el hombre corresponde a ese amor. Su amor nunca nos va a faltar, pero el tiempo se acaba.