Al día siguiente de (el comienzo de) la guerra pensé que esto no se podía hacer, una cosa insólita y fui a la embajada rusa, a hablar con el Embajador
A continuación, un fragmento de la conversación del Papa Francisco con los periodistas en el vuelo de regreso de Baréin, recogida por Vatican News.
Pregunta de Antonio Pelayo (Vida Nueva): Santo Padre, la única vez que en este viaje habló sin papel, fue para referirse a la «martirizada Ucrania» y a las «negociaciones de paz ». Me gustaría preguntarle si puede decirnos algo sobre cómo van estas negociaciones por parte del Vaticano, y otra pregunta: ¿ha hablado últimamente con Putin o tiene intención de hacerlo en un futuro próximo?
-Respuesta de Francisco: Bueno, en primer lugar: el Vaticano está continuamente atento, la Secretaría de Estado trabaja y trabaja bien, trabaja bien. Sé que el secretario, Monseñor Gallagher, se mueve bien allí. Después, un poco de historia. Al día siguiente de (el comienzo de) la guerra -pensé que esto no se podía hacer, una cosa insólita- y fui a la embajada rusa, a hablar con el embajador, que es un buen hombre. Lo conozco desde hace seis años, desde que llegó, un humanista. Recuerdo un comentario que me hizo entonces: «Nous sommes tombés dans la dictature de l'argent» (Hemos caído en la dictadura del dinero), hablando de la civilización. Un humanista, un hombre que lucha por la igualdad. Le dije que estaba dispuesto a ir a Moscú para hablar con Putin, si era necesario. Lavrov (el Ministro de Asuntos Exteriores, ed.) respondió muy amablemente -gracias- (pero) que no era necesario por el momento. Pero desde entonces nos hemos interesado mucho. Hablé dos veces por teléfono con el Presidente Zelesnky; después con el Embajador algunas veces más. Y se hace un trabajo de acercamiento, de búsqueda de soluciones. La Santa Sede también hace lo que tiene que hacer con respecto a los prisioneros, estas cosas... son cosas que se hacen siempre y la Santa Sede las ha hecho siempre, siempre. Y (luego) la predicación por la paz. Lo que me llama la atención -por eso uso la palabra «martirizada» para Ucrania- es la crueldad, que no es del pueblo ruso, tal vez... porque el pueblo ruso es un pueblo grande, están los mercenarios, soldados que van a la guerra como una aventura, mercenarios... Prefiero pensar así porque tengo una gran estima por el pueblo ruso, por el humanismo ruso. Basta con pensar en Dostoievski, que hasta hoy nos inspira, inspira a los cristianos a pensar en el cristianismo. Siento un gran afecto por el pueblo ruso y también por el ucraniano. Cuando tenía once años, había un sacerdote cerca de mí que celebraba en ucraniano y no tenía monaguillos, y me enseñó a servir la misa en ucraniano y todas estas canciones ucranianas las conozco en su idioma, porque las aprendí de niño, así que tengo un cariño muy grande por la liturgia ucraniana. Estoy en medio de dos pueblos que amo. Pero no sólo yo, la Santa Sede ha tenido muchos encuentros reservados, muchas cosas con buenos resultados. Porque no podemos negar que una guerra al principio quizás nos hace valientes, pero luego cansa y hace daño y se ve el mal que hace una guerra. Esto por la parte más humana, más cercana. Después me gustaría quejarme, aprovechando esta pregunta: en un siglo, ¡tres guerras mundiales! La de 1914-1918, la de 1939-1945, ¡y ésta! Esta es una guerra mundial, porque es cierto que cuando los imperios, tanto de un lado como del otro, se debilitan, necesitan hacer una guerra para sentirse fuertes y también para vender armas eh? Porque hoy creo que la mayor calamidad del mundo es la industria armamentística. ¡Por favor! Me han dicho, no sé si es cierto o no, que si no se fabricaran armas durante un año, se acabaría el hambre en el mundo. La industria armamentística es terrible. Hace unos años, tres o cuatro, un barco lleno de armas llegó de un país a Génova y se debía pasar las armas a un barco más grande para llevarlas a Yemen. Los trabajadores de Génova no quisieron hacerlo... Fue un gesto. Yemen: más de diez años de guerra. Los niños de Yemen no tienen para comer.
Los Rohingya, moviéndose de un lado a otro porque fueron expulsados, siempre en guerra. Myanmar, es terrible lo que está sucediendo... Ahora espero que hoy se detenga algo en Etiopía, con un tratado... Pero estamos en guerra en todas partes y no entendemos esto. Ahora nos afecta de cerca, en Europa, la guerra ruso-ucraniana. Pero hay en todas partes, desde hace años. En Siria doce o trece años de guerra, y nadie sabe si hay prisioneros y lo que pasa allí. Después el Líbano, hablamos de esta tragedia... No sé si esto lo he dicho alguna vez: cuando fui a Redipuglia, en 2014, vi eso -y mi abuelo había hecho el Piave y me contó lo que pasaba allí- y esas las tumbas de los jóvenes... Lloré, lloré, no me da vergüenza decirlo. Después, un 2 de noviembre, que siempre voy a un cementerio, fui a Anzio y vi la tumba de esos chicos americanos, (que murieron) en el desembarco de Anzio. (Tenían) 19-20-22-23 años, y lloré, de verdad, me salió del corazón... Y pensé en las madres a las que llaman a la puerta: 'Señora, un sobre para usted'. Abre el sobre: «Señora, tengo el honor de decirle que tiene un hijo que es un héroe de la patria...». Las tragedias de la guerra. No quiero hablar mal de nadie, pero me ha tocado el corazón: cuando tuvo lugar la conmemoración del desembarco de Normandía, los jefes de tantos gobiernos estaban allí para conmemorarlo. Fue el principio de la caída del nazismo, es cierto. ¿Pero cuántos chicos quedaron en la playa de Normandía? Dicen que treinta mil... ¿Quién piensa en esos chicos? Todo esto lo siembra la guerra. Por eso, ustedes que son periodistas, por favor, sean pacifistas, hablen contra las guerras, luchen contra la guerra. Se los pido como hermano. Gracias.