Es terrible, en efecto: la Navidad no es más que el cumpleaños de Cristo, del Dios Encarnado y resulta que en 2023 el símbolo navideño es Papa Noel, un gordazo inexistente, plagio vulgar de los Reyes Magos de Oriente, que sí existieron, aunque no fueran ni reyes ni magos. El otro símbolo es la luz, que no digo que no tenga relación con la doctrina cristiana, pero recuerden que toda paganización, un mal externo sólo superado por el mal interno de la herejía, comienza por trocar el 'quién' católico, por el 'qué' cristiano. Ejemplo: los cristianos no meditamos, tampoco con el planeta, porque siento desilusionarles pero el planeta tierra ni gime ni habla, porque es un simple qué impersonal, no un quién personal. 

Los cristianos hablamos con Cristo en la oración, que es distinto y los catolicos no superamos la oscuridad con luces de 100 watios sino con la esperanza, es decir, con el abandono en manos de Dios.

Si llevamos esta deformación al límite, nos encontramos con la 'abominación de la desolación', lo propio del fin de los tiempos, que no consiste en la degradación de la sociedad sino en algo indeciblemente más penoso y rotundamente terrible: la perversión del propio Cuerpo Místico, vuelto en adoración hacia Satán, en cualquiera de sus formas. Y esto no es ningún tipo de maniqueísmo -propio de Zoroastro y Mani-, infiltrado en el Cuerpo Místico por los gnósticos, sino la idolatría propia de la Blasfemia contra el Espíritu Santo, lo propio del siglo XXI, donde el mal se convierte en bien y el bien en mal.    

Sí, la paganización de la Navidad es grave, lo confieso. Pero ojo, también es una consecuencia de la formidable universalidad del Evangelio. La Navidad irradiaba alegría hasta en el mismo Moscú soviético. Ni en el Pekín y el Delhi actuales, los dos grandes centros cristófobos de la actualidad, ni en el mundo islámico, mera caricatura hueca del cristianismo, pueden sustraerse a la festividad navideña. Incluso donde la Navidad ha estado y está legalmente prohibida, muchos, incluidos no cristianos, la festejan en secreto. No hay quien puede con la Navidad.

Sí, habrá que recristianizarla, y eso es fácil: basta con acudir a la Misa del Gallo, a ser posible a las doce de la noche del día 24, cero horas del 25 de diciembre, para descubrir que volver al origen cristiano de estas fiestas no es tan difícil.

Tenemos un problema... pero que no es sino consecuencia de una virtud.