Todos sentimos que la crispación va en aumento. Crispación política y social; por el futuro y el presente; por la desescalada y por la escalada del desgobierno. Es verdad, hay factores externos que ayudan a que la crispación sea de una manera u otra, parte de nuestra vida y, de hecho, esos agentes externos no son precisamente los más ejemplares pero sí son los que más influyen en nuestra vida y en la mayoría de los casos son los de carácter político e ideológico. La crispación afecta a nuestra vida porque la llevamos dentro.

Hay que buscar la paz por encima de todo. Tenemos que procurar que no nos perturben los factores externos, sin caer en la irresponsabilidad. Procurar que nuestra vida sea como una fuente de agua limpia, que surja de dentro a fuera y no al contrario. Normalmente, cuando los hechos nos afectan de manera tan directa en nuestro quehacer, en nuestra profesión, en nuestro ambiente familiar, social, deportivo, etcétera, es porque estamos demasiado vacíos por dentro. Esa vaciedad no se llena de por admitir facilonadas, eslóganes y propaganda, porque esos al final son una sinrazón de patas muy cortas que normalmente terminan en el discurso del insulto, el desprecio y el incremento del rencor. Lo único que hace es retroalimentar la crispación, y  de eso tenemos todos experiencia. Solo podremos alcanzar cierto sosiego descubriendo razones y argumentos de intelectualidad.

Recientemente ha corrido por las redes sociales el vídeo de una mujer negra que arremete contra un movimiento amparado en el sistema denominado Black Lives Mather -Las vidas negras sí importan- que nació en el seno de la comunidad afroamericana de Estados Unidos y que su cometido no es otro que presionar socialmente a la comunidad blanca, empoderando al negro sencillamente por el hecho de ser negro, y que está provocando reacciones tan esperpénticas como estrafalarias en las que grupos de blancos piden perdón públicamente a los negros, por la historia y también… ¡por ser blancos! En esta misma línea, se han visto vergonzosas escenas que rozan lo pornográfico, en la que algunos negros posan sus pies en un altillo mientras hombres y mujeres blancas besan en la punta de la bota mientras ruegan imploran su perdón.

A la calle hay que salir aprendido para que no te sorprenda la crispante propaganda que incita a la agresividad inmoral

Volviendo a la mujer del vídeo, si lo has visto y oído, o leído, te darás cuenta que el argumento que utiliza es tan demoledor que se podría aplicar a cualquier tesis progre que fomenta lo políticamente correcto sobre ideología de género, muy especialmente sobre la mal llamada violencia de género y el feminismo radical. Y es que el globalismo, es decir, la imposición sistémica en la obligación de pensar en una misma dirección, crea crispación porque atenta a la libertad personal del derecho a decidir sobre tu vida, tu forma de pensar y actuar. ¿Dónde están los límites? En el respeto mutuo, cuyas raíces se hunden profundamente en el sentido común y la educación. Desear libertad sin consecuencias, es libertinaje; y admitir la libertad en una sola dirección, es dictadura del pensamiento o el movimiento.

Debemos llenar el intelecto de razón, estar bien leído. A la calle hay que salir aprendido para que no te sorprenda la crispante propaganda que incita a la agresividad inmoral. Es por todos sabidos que cuantos más conocimientos se tiene de algo menos discutes sobre ello porque sabes que la razón te ampara. Lo contrario es el efecto Dunning-Kruger, que es cuando la gente habla sin saber qué dice. Este tipo de personas se mueven solo por titulares o eslóganes pero no saben defenderlos y cuando se sienten acorralados por un argumento contrario sacan lo peor de ellos mismos.

Lo que se vive en España con la derecha y la izquierda, con los hombres y las mujeres, con las prórrogas sí o no, está propiciado por intereses políticos y apalancado por los medios de comunicación a sueldo. Los perjudicados somos todos (nosotros, no ellos). Nos meten tanto ruido en la cabeza que somos incapaces de parar y pensar en lo que decimos. Sí, disculpad, he dicho pensar, otro valor a la baja… Y similar a esto, pero con otras dimensiones es lo que se vive en Estados Unidos a causa de un racismo manipulado por los medios para tratar de acorralar a un Trump que ni se inmuta y que como solución estrafalaria saca al ejército y la biblia, mientras que las hordas de la calle son alentadas por los demócratas y la prensa correligionaria los azuza e incendia la calle. Y ya se sabe, cuando Estados Unidos estornuda, el mundo occidental se acatarra aunque no tenga nada que ver con ellos. Por eso en Gerona, a las puertas de los juzgados también se han reunido unos cientos de personas negras a preguntar que qué hay de lo suyo, porque ya se sabe, España vive del complejo inoculado de la leyenda negra y es racista…

¡Y así todo!

El naufragio de las civilizaciones (Alianza Editorial) de Amin Maalouf. El autor nos hablaba de que "nuestras civilizaciones se agotan" en "El desajuste del mundo" y en "Identidades asesinas", y aportaba las razones: la desconfianza hacia el "Otro", la xenofobia, la intolerancia política y religiosa, el populismo, el individualismo y la insolidaridad del nacionalismo, el racismo... Hoy en día ya nos habla directamente de "naufragio inminente".

Con la fuerza del silencio (Palabra) del Cardenal Robert Sarah. El ruido nos impone su dictadura un día y otro, hasta el punto de que rara vez añoramos el silencio. Sin embargo, el ruido genera el desconcierto del hombre, mientras que en el silencio se forja nuestro ser personal, nuestra propia identidad. Sarah afirma en esta obra que "La verdadera revolución viene del silencio, que nos conduce hacia Dios y los demás, para colocarnos humildemente a su servicio."

Constitucionalistas sin complejos (Sekotia) de César Alcalá. Y hablando de desquiciamientos irracionales,  esta novedad que acaba de salir del horno nos habla de la discusión nacionalista e izquierdista sobre el valor y sostenimiento de por qué la Constitución española debe ser respetada y no se puede manosear caprichosamente según me vaya mejor o peor. Argumentos dirigidos a los anticonstitucionalistas que refuerzan la razón de los que creen que el orden y la ley es para todos y se fundamenta y un punto en común: la Constitución.