Lean esta nota del observatorio de Bioética sobre ‘el derecho a no saber’.

Es interesante, ahora que todos los energúmenos del Gobierno socio-podemita se enorgullecen de haber lanzado el derecho a la eutanasia. Al final, el derecho a no saber consiste en mentir. Por ejemplo, en mentirle al enfermo terminal acerca de su verdadero estado de salud. Si alguien tiene derecho a saber cómo está de salud es el enfermo. Se trata de su cuerpo y de su vida. 

Y así, con tan maravilloso derecho inventado, resulta que morimos rodeados de familiares que nos mienten, médicos que nos mienten, cuidadores que nos mienten. Eso no es bueno y el derecho a no saber no existe. Además, ¿quién decide qué es lo que no debes saber? 

Derecho al olvido. A las redacciones de los digitales nos llega, de vez en cuando, una misiva de un abogado que asegura representar a Perico de los Palotes. Resulta que Perico, hace unos diez años, escribió no se sabe qué sobre alguien o sobre algo, en la red. 

Pues bien, según la ley, resulta que el medio tiene la obligación de hacer retirar el artículo de sus pantallas ¡y también de Google! donde, por ejemplo yo, pues no mando mucho. Y una vez retirado o eliminado el artículo, carta o lo que sea, el medio debe avisar al que ha cambiado de opinión o porque su nuevo cargo profesional puede verse en berlina por sus opiniones expresadas con antigüedad.

O quiere borrar su pasado nazi, vaya.

Probablemente el concepto mismo de derecho ha logrado abrir el récord de confusión que provocan otros términos como, por ejemplo, libertad, amor...

En cualquier caso, ni el derecho a no saber ni el derecho al olvido existen. 

Lo uno es cobarde, y lo otro es tener una cara muy grande.