Que una mujer se enorgullezca de 'follar' y no de lo que conlleva una actividad placentera de suyo pero que implica mucha responsabilidad, sólo significa que esa mujer se ha desfeminizado
El título del libro es lírico: ‘Mujeres que follan’. Esto demuestra la sutileza extrema alcanzada por la actual expresión literaria y periodística y ni tan siquiera la feria del libro ha logrado impedirlo. No, no me he leído el volumen, ni una línea, ni pienso hacerlo: me basta con las declaraciones de su autora, que tampoco hay que subir el Everest para saber que es una montaña muy alta.
Verán: la mujer no es una hipócrita a la que, en el fondo, le va el sexo fuerte... y su conversión en una esclava de la sexualidad masculina. La mujer es un animal racional con una sexualidad mucho más fina, más humana y más profunda que la del varón porque lleva a la doble función principal de la sexualidad: amar y procrear. Pero, ojo, recuerden: la corrupción de lo mejor -la mujer- es lo peor -la machorra-.
Hay que tomarse muy en serio la ola de rijosidad viscosa que nos invade, la primera de las cuales es la pornografía
Que una mujer se enorgullezca de 'follar' y no de lo que conlleva una actividad placentera de suyo pero que implica mucha responsabilidad, sólo significa que esa mujer se ha desfeminizado. Cosa mala, porque la feminidad es algo demasiado importante para la humanidad.
Significa, además, que se sitúa allá donde el varón pervertido le quiere. Decía Clive Lewis que todo hombre contempla una venus terrenal y una venus infernal. Pues bien, la mujer folladora se ha convertido en lo segundo 'motu proprio': en una Venus infernal, esclava de la más bestial sexualidad masculina... de esos hombres que ni aman ni engendran, sólo follan, igualito que las mujeres que follan.
En lugar de ser la mujer libre que se entrega libremente al varón y que exige de él esa misma entrega, esa misma donación de sí mismo, tenemos a la mujer esclava del fornicio, por tanto, esclava del varón, una mujer objeto que, encima, no consigue la satisfacción sexual, ni emocional, de la otra mujer, la afortunadamente más habitual en la historia, que practica la "sumisión recíproca" de la que habla San Juan Pablo II. Es decir, una mujer que, libremente, se somete al varón porque se entrega a él y un varón que libremente se somete a la mujer porque se ha entregado a ella.
Esta última señora disfruta mucho más que las "mujeres que follan", es decir, mujeres machorras y desfeminizadas. Cuidado, porque la feminidad es algo demasiado importante para la humanidad.
Además, no olviden las tres caras de la excelencia: bien, verdad y belleza. La excelencia, y la realización de cada persona, depende de esas tres condiciones. Si falta una no pueden darse las otras. Y hablando de mujeres que follan, les recuerdo que lo grosero no es hermoso, por lo que no puede resultar ni bueno ni verdadero. Seguro que no.
Lo grosero es feo. Por tanto, no puede ser ni bueno ni verdadero
Tampoco me vale la opción de despreciar la sexualidad humana como una etapa pasajera y secundaria del ser humano. De eso nada: el hombre nace sexuado y la atracción sexual y la vida sexual son importantísimas, en ningún caso se pueden minusvalorar.
Por eso hay que tomarse muy en serio la ola de rijosidad viscosa que nos invade, la primera de las cuales es la pornografía. Porque, como en la feminidad, la perversión de lo mejor es lo peor. Animalizar a la mujer no es una broma. Si encima la lascivia se eleva a la categoría de derecho de la mujer... entonces tenemos un problema. No sólo podemos, sino que no debemos tomárnoslo a broma... pero que conste que tenemos un gran problema que exige grandes medidas, que exige erradicarlo de forma contundente.