Creo que es de vital urgencia tratar este tema que casi nadie toca, sobre todo no lo tocan quienes más preocupados deberían estar: los responsables de propiciar los cambios necesarios para salir del hundimiento de un sector cultural e industrial imprescindible para la economía del país (¡qué no está para bromas!). Este artículo lo publiqué hace meses (va hacer en un año) en mi blog personal que puedes leer íntegro si lo deseas. Lo escribí porque, ya desde entonces, todos los que tratamos de sobrevivir entre libros no veíamos luces al fondo del túnel. Para muchos, hoy otra vez vuelve la angustia a la falta de aportaciones por los que pueden hacerlo porque tienen el poder para hacerlo. Lo que traigo a colación en esta sección de El Libro de la Semana es una síntesis de lo que desde hace años preocupa y mucho a todo el sector, pero que no sé por qué se guarda en un extraño y celoso silencio que no termino de comprender. Creo que el sector editorial sigue anclado en un modelo estructural de los 60-70 donde no había nada más que los libros como canal para adquirir cultura y que entonces no existía como existe hoy competencia con la aldea global de Internet. Sin embargo todo sigue igual, y el gremio, los editores y lectores se limitan a debatir si libros de papel o ebook. Autores, editores, distribuidores, libreros y lectores. Esta es la cuestión y hoy el libro se mueve en una vía muerta de crecimiento... El editor está arrastrado por una viciada inercia de décadas. Quizá no nos hemos dado cuenta de que los lectores cada vez seleccionan más sus lecturas, no solo qué lee, sino cuándo lee y dónde lo hace (...). Todavía nos queda un clavo ardiendo al que cogernos: aportar información agrupada, buena y fiable, que ahorrará  mucho tiempo de buscador al lector interesado. Pero sabemos que esto no es suficiente. Que los editores tenemos que ir a más, mucho más. Por ejemplo, la especialización de temas, los autores más señeros y con más repercusión en redes sociales, involucrados definitivamente en la promoción del libro y que apuesten codo con codo en la edición para que ambos salgan ganando. (...). Siempre he pensado que un distribuidor debe ser el departamento externo comercial del editor, su brazo largo en el mercado para colocar títulos en los lugares adecuados (no todos los títulos encajan en todas las librerías), recoger información y decirle al editor por dónde van los tiros, por qué no se venden sus novedades y qué es lo que demanda el mercado (...). Si el distribuidor no cambia (de actitud) y no propone nuevas forma de trabajo, más comprometidas, más uña y carne con el editor, será devorado por el mercado como ya sucediera por ejemplo con los distribuidores de alimentación y las grandes superficies (...). La librería es ese punto de venta especializado en la venta de libros del que cada vez quedan menos. Quedan ya tan pocas librerías que hay que ir dejándolo por escrito para posteriores generaciones que no sepan qué eran. Grandes ciudades como Barcelona y Madrid han visto cerrar librerías de las de toda la vida (...) pretenden seguir viviendo (de esto grandes y pequeños) de un sistema que empobrece la correa comercial del libro que se denomina ventas en depósito. Un sistema cuyo riesgo recae una y otra vez en la inversión del editor y de la que, junto al distribuidor, vive a expensas de él (del editor) sin que ninguno arriesgue nada del capital necesario para que el libro viva. Creo que el sector editorial es el único que vive, y mal, con este sistema injusto. Solo el lector, el autor y el editor apuestan verdaderamente por el producto editorial, y si esto es así, el editor podría sacar a la venta los libros con un 55% más barato, hacer ediciones digitales ajustadas a la demanda y trabajar directamente on-line con el consumidor final. ¿Qué tal? ¡Y ojo, no es ciencia ficción! Esto ya se está viviendo en muchas tiendas virtuales que dan un servicio puerta a puerta en 24/48 horas, que te atienden personalmente, te ayudan a hacer la compra, te sugieren otros títulos, acumulas puntos para próximas compras... Y luego queda el autor y la ley de libro. Otros elementos que conciben el sector editorial de forma demasiado legalista y personalista por querer ser garantista de unos derechos de autoría que valen lo que el mercado diga que vale. Una visión demasiado arcaica y que no es consciente de que el sector editorial es un sector industrial con resultados de valor contable y cuyo éxito intelectual lo define de alguna forma el éxito de las ventas. (Si tú, lector, estás en este laberinto del mundo editorial, te recomiendo que leas el artículo entero.) Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013