Vivimos en la era de la Blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que provocó las palabras más duras escuchadas a Jesucristo: no se perdonará ni en este siglo ni el venidero, un pecado que consiste no en hacer el bien o el mal sino en convertir al bien en mal y al mal en bien.
Lo decía al rebufo de una acusación de los fariseos: este hecha los demonios por el poder del príncipe de los demonios. Es decir, estaban llamando demonio al mismísimo Dios. Por las mismas, la Blasfemia contra el espíritu llamaban bueno a lo malo y malo a lo bueno, mentira a la verdad y verdad a la mentira, bello a lo feo y feo a lo bello. Pensamiento invertido en estado puro.
Pues bien, ese tipo de curioso pensamiento está muy de moda, como propio de esta era de la blasfemia contra el Espíritu Santo, es el que está en boga.
La presidenta mexicana no admite que Estados Unidos llame terroristas a sus mafiosos de la droga, verdaderos ejércitos de matones-asesinos: se le podrían enfadar. Así que se dispone a cambiar la Constitución para reforzar la "soberanía" de México: di que sí
Por ejemplo, lo practica la presidente de México, Claudia Sheinbaum. La noticia se las trae. La presidente de México, aún más radical que el majadero de Andrés Manuel López Obrador a quien sucedió, pretende cambiar la Constitución para defender su soberanía. ¿En qué consiste la soberanía? Pues en una muestra más del pensamiento invertido: como Donald Trump quiere que los narcotraficantes mexicanos sean calificados como terroristas -no dejan de asesinar a la gente- se propone cambiar la constitución para reafirmar "la soberanía de México". Sí, han entendido bien, doña Claudia, en lugar de lanzar a su policía y a su ejército para acabar con los narcos de su país, verdaderos asesinos, se rebela contra Washington en nombre del patriotismo mexicano.
Déjese de historias, doña Claudia. A lo mejor es que no se atreve a enfrentarse con sus asesinos.
Pensamiento invertido: lo malo es bueno y lo bueno es malo. Es hora de volver a la cordura.