A pesar los intentos de la progresía mediática por lanzar su figura, su falta de popularidad ha sido una constante desde que llegó a la vicepresidencia. Una situación que no ha logrado cambiar en estos más de tres años, donde su gestión como principal responsable de política migratoria que ha generado la mayor crisis humanitaria en la frontera en las últimas décadas y sus grandes fracasos en política exterior, particularmente en Asia, en cuanto a la contención del avance de China, han hecho que su imagen pública nunca haya mejorado.

No es la primera vez que Kamala Harris reaparece es la esfera pública, y una vez más, lo hace con el aborto como bandera. Así lo hizo también a principios de 2023, cuando compareció para arengar a las bases abortistas de su partido en un acto de celebración del cincuenta aniversario de la legalización del aborto en Estados Unidos.

La vicepresidenta ha hecho “historia” esta semana al visitar una clínica abortista en el Estado de Minesota, tradicional feudo demócrata. Una visita sin precedentes, dado que es la primera vez que un presidente o un vicepresidente en el cargo, visita una clínica donde se practican abortos. Este oscuro evento acredita que el radicalismo de la Administración Biden en materia abortista ha superado cualquier límite. El presidente Barack Obama, en 2013, pronunció un discurso ante Planned Parenthood, pero lo hizo en un hotel, no fue a visitar un clínica abortista.

Pero lo que no puede ocultar la vicepresidenta es que una amplia mayoría de estadounidenses, un 54%, afirma que no está preparada para asumir la presidencia, algo especialmente grave dado que es la vicepresidenta es un escenario donde una eventual sucesión siempre estaría en la mesa, cuando el actual presidente Biden tiene 81 años, y empezaría un segundo mandato con 82 años, en caso de ser reelegido en noviembre. Los datos de popularidad de la lugarteniente de Biden son lamentables, con un saldo negativo de casi 18 puntos, dado que apenas 36% de los estadounidenses valora su gestión de forma positiva, por un 54% que la suspende. Unos datos claramente peores que los de su jefe de filas, el presidente Biden y que los del candidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump.

Sus datos de popularidad son bajos en los dos principales grupos demográficos del país. Apenas un 33% de los blancos y un 39% de los hispanos aprueba su gestión. Únicamente logra buenos datos de popularidad entre la comunidad afroamericana, el principal granero de votos de la formación progresista, donde un 59% aprueba su gestión.

Y lo más preocupante, entre los votantes independientes, su valoración es todavía peor, solo un 28% aprueba su gestión, lo cual hace que su futuro electoral sea incierto.